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Diane Arbus y FUR (su retrato imaginado)

"Los rostros más repulsivos no dejan de ser la imagen del hombre” Bazin

"Quiero fotografiar lo que es maligno" Diane Arbus.

“A través del arte cada cual busca liberar sus demonios particulares. Da rienda suelta a sus preferencias, sus odios. Desata la metáfora de su miseria interior; libera de algún modo sus extrañas pasiones, da cuerpo a sus fantasmas y terrores diurnos, recupera la vigilia con un sol extinto en el alma o con una aurora que a golpe de cuchillo se abre paso por el escenario de la piel.” Dice Carlos Yusti antes de empezar a hablar de la buscadora de la belleza convulsiva. Un concepto igual, pero deformado escribía yo mientras trataba de enlazar la vida de algunos malditos alucinados de las letras y la pintura. Brutalmente en el presente artículo todo va relacionado sin querer.

Diane Arbus libero sus demonios particulares, ella uso la fotografía para hacer un autorretrato de su tormento interior. Frente a ella y su cámara desfilaron los desgraciados y/u olvidados ante los ojos de los comunes, ella estaba conciente de aquello -"Creo realmente que hay cosas que nadie puede ver si yo no las fotografío"- viendo su obra uno no es conciente si ella termino consumida por sus personajes de sus ultimas fotografías o fueron ellos, sus personajes, los que terminaron siendo consumidos por ella.

“Arranca un rictus de desprecio aquel que es más alto (King Kong o el gigante judío), más pequeño (el increíble hombre menguante o los enanos rusos), el deforme (el adolescente motero de Máscara o el enano mexicano), el que nace por partida doble (las siamesas de El resplandor son una cita a las de Arbus) o incluso tener alguna facultad poco común (el hombre que tenía rayos X en los ojos o la tragasables). La singularidad y la malformación física son una constante en el Universo Arbus. Pero aquí los enanos, jorobados u hombres sin cabeza son reales.”

Por su cámara pasaron deformes, siamesas, lunáticos enmascarados, travestís, enanos, gigantes y enfermos mentales, aquellos seres que pueblan Freaks de Browning, monstruosos, pero también pasaron los “otros” como el viejo literato ciego como Jorge Luís Borges, un inocente bebe ausente y una pareja de enamorados pero Diane Arbus saco incluso de ellos aquella monstruosidad -“Fotografiado por Diane Arbus, cualquiera es monstruoso" (Susan Sontag)- en un sentido algo extraño, con capacidad de forense desnudaba el psiquis oculto de los retratados, la suya y la nuestra, produciendo intencionadamente “temor y vergüenza” a primera impresión.

Arbus quiso, talvez como David Lynch en su retrato cinefilo del hombre elefante, hacer saber que también nosotros somos monstruos, que los momentos más inhumanos y repulsivos no son precisamente al ver un desfile de fenómenos. Buscar a esos olvidados de la vida que para Arbus fueron gente sobresaliente de una sociedad que los hace ver marginales: “Simplemente, solía adorarlos. Aún adoro a algunos de ellos. Con esto no quiero decir que sean mis mejores amigos, ellos me han hecho sentir una mezcla de vergüenza, temor y asombro. Existe una especie de leyenda acerca de los/as freaks. Como esa persona que en un cuento de hadas te detiene y te exige que resuelvas un acertijo. La mayoría de la gente se pasa su vida temiendo pasar por una experiencia traumática. Los Freaks nacieron con sus traumas. Ellos ya han pasado su prueba. Son aristócratas.”

Diane Arbus se suicida en 1971, el mismo año en que Kurosawa lo intenta y Pier Angeli lo consigue. Perseguida por quien sabe que pensamientos y que demonios, –permitiéndonos recordar a aquel otro fotógrafo suicida contemporáneo, Kevin Carter y su fotografía inhumana- puede que sea por soledad, por una soledad tan fría y atenazada en lo más profundo de su ser que no pudo sobrellevarla. Se hundía, necesitaba agarrarse a la vida. Pero quería mirarla de frente, sin miedo, hasta la última rendija. Su suicidio avivó la gestación de un mito en torno a su figura que aún perdura.

¿Como analizar a Diane Arbus?, saltamos por conjeturas, por suposiciones que nos llevan a hipótesis inconclusas: Mascaras que emulan a Goya o que no solo esconden monstruos; personajes de ficción vueltos reales; Superhéroes en jaulas y hombres reversibles. Lo único claro es que Lewis Carrol y Alicia; Rimbaud y Browning es una configuración maldita.

Fur: an Imaginary Portrait of Diane Arbus

El cine recoge ahora la figura de Arbus de la mano del director Steven Shainberg y en la figura de Nicole Kidman. El trailer (Youtube) no deja mucho que desear salvo ver a la versátil Kidman en un papel extraño, debo suponer que la vida de Diane Arbus será reducida a la mínima expresión para volverla una película Hollywoodesca, con romance de por medio y con mínimas referencias a su vida. No debe extrañar por tanto el titulo (FUR: Un retrato imaginario de Diane Arbus) y el trailer que, sin mentir, nos decepciona antes de tiempo (diciendo entre dientes: Se los dijimos). Espero equivocarme. Difícil tarea la de espejar la singularidad del talento de Diane Arbus en una sola película imaginada.

Epílogo alterno

Puede que todas las “ciudades reales” tengan a sus fenómenos recorriendo calles como los olvidados, para Diane Arbus su espacio fue New York. Alguien buscara retratar a aquellos seres olvidados en las calles (de su ciudad) de La Paz reflejados en Kepiris, locos, ciegos a medio tiempo, en travestís pasados de peso de la América mostrando su dignidad aparentada, alcohólicos con el rostro deformado por el alcohol, prostitutas de moral distraída, p’ajpacos, fenómenos prófugos de circos (Italianos o mexicanos preferentemente) y toda aquella otra realidad deforme, vergonzante; el lado oscuro vista desde la puerta de servicio de las ciudades de verdad.

Lea También:
Aristócratas y Secretos por Rodrigo Fresán (Página/12).
Diane Arbus: Latidos Compartidos por Mery Cuesta (La Vanguardia Digital).
Diane Arbus, cazadora de la belleza convulsa por Carlos Yusti (Escáner Cultural).

1 comentario

Anónimo -

la banda buscando a gozalvez tiene esa foto q muestras en el disco, viste? que buena relación.
interesante diane arbus, si vale la palabra, creo que no