Laderas
La ciudad de La Paz crece y se descuelga por las laderas, por calles de vértigo que parecen llevarte a ninguna parte y callejones que abren sus bocas quien sabe a que precipicio. Mas que por necesidad pareciera que los seres que viven en ellas juegan una pulseta con el destino, apostando sus vidas, demostrándose que son valientes, suicidas, kamikases y que el miedo es lo que cada día los mantiene con vida. Habitantes que se creen inmortales por el solo hecho de haber sido paridos en la ciudad inmortal, descubren que no son tales al ser tragados por tsunamis de ladrillo, barro y agua.
A palco abierto sus habitantes se levantan con menudo espectáculo, una ciudad cuyos edificios parecen una mala conjunción de fichas de domino, siguen una línea única empezada por el Choqueyapu -el río ocultado bajo tierra como cual vena tapada por la piel y acallado por bocinas, políticos, sindicalistas, marchistas de toda índole y comerciantes en cada esquina-. Ahí abajo esta La Paz… aquí, en las laderas, es Chuquiago.
En las laderas los senderos se hacen aun mas tortuosos y escarpados -no me imagino en nivel del albañil primerizo creando casas en suelos de 70 grados- son casas que se ríen de Newton y su manzana y que se sostienen en el aire, trepando cerros, sosteniéndose de quien sabe que, moviéndose según el cerro mande. Laderas que suben y bajan, desde y hacia, la ciudad subterránea.
Volviendo a Sáenz que escribía en 1979: “¿Qué será de La Paz mas adelante? Otros ojos miraran la ciudad por nosotros, pues ya habremos muerto, y serán otros quienes presencien transformaciones, el crecimiento y los cambios (…) y que nosotros no soñamos siquiera remotamente”. A mi mismo me contesto esa duda trayendo antes aquel pasaje que el escritor retrataba:
“Tembladerani ha trepado ya hacia las faldas de El Alto, en todo lo largo y lo ancho de la región se deslizan interminables y misteriosos callejones, y de su seno impresionante, siguiendo aquí y allá los accidentes del terreno, emergen oscuras tuberías de drenaje y de desagüe, cual serpientes fabulosas conformando un cuadro mas bien raro, como de angustia y desolación, junto con numerosos riachuelos de negruscas y ominosas aguas que, según se dice, socavan incesantemente la ciudad en lo profundo” Jaime Sáenz (Tembladerani).”
Las laderas de la ciudad, Tembladerani en especifico, no han llegado solo a las faldas de El Alto han cumplido su ciclo y se han unido a el, han mutado completamente y las laderas de La Paz y las calles de El Alto ahora ya solo se dividen por una avenida. La Paz se esta transformando increíblemente y los cerros pulcros de antes se están llenando de casas, de ladrillos y de suicidas.
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