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La Paz

“La Paz, desde su nombre, es ficción. Ficción que habitamos y que nos habita, que es escape y retorno, y que nos reclama, a aquellos que hemos sido embaucados por sus coqueterías, perpetuar en el lenguaje la imposibilidad de lo absoluto…” (Crónicas Urbandinas)

La Paz es ficción, si lo es, pero también es realidad. Tocando la blasfemia diría que es alfa y omega, principio y final, el todo y la nada. Irónica, única, habla en metáfora, se ríe, es cruel, es benévola, hay veces tiene pesadillas, se autoflajela y sangra agua, hay veces se aburre y se crea guerras apropósito, hay veces que sonríe y se muestra sumisa.

Tiene sus titanes petrificados que la guardan -convertidos en tangos, pinturas y poemas- que a ratos juegan a esconderse, tiene sus aparaditas que la cargan, sus guerreros que a media noche se convierten en ebrios, sus guerreras que se convierten en madres. La hoyada tiene submundos que interactúan pero terminan buscando independencia por la noche. La Paz de día, no es la misma que La Paz de noche.

Tiene sus inspirados, los propios y los otros, y a ellos les da sus encantos capaces de describirla como a ella le gustaría que la muestren, pero cuando se enoja también está algún ebrio que la retrata mirándola de reojo y anotando en su cuaderno escolar con lápiz de quivo. Es el cielo de Dante, es el infierno de Dante… quizás hace mucho La Paz solo era círculos. El cielo de Aspiazu, el infierno de Viscarra.

La Paz es cemento y progreso que se convierte en cascajo y pobreza si continuamos subiendo, por que así nomás es… irónica: los ricos abajo, los pobres arriba. Morenadas, caporales, tinkus que “bajan desde arriba hasta abajo”, que en realidad son los que de abajo los que los llaman buscando identidad. Bolívar y Strongest, clásicos religiosos en capillas de domingo que asemejan coliseos romanos que vieron morir gigantes a manos de un David de lanza endemoniada. Plaza Murillo -embajada boliviana en La Paz (suelo colla, camba, kochalo y chapaco)-. Cholas que son autorretrato de la ciudad. Fricase cura chak’i, Chairo inmaculado que es todo y nada a la vez, plato paceño cuyo pecado es que contenga carne, aji’s de fideo para comer agachadito. Cerveza paceña, yungeñitos y otros tragos blasfemos para matar la noche y quizás para ahogar recuerdos. Mentisan cura todo. Illimani protector a quien el campesino y el extranjero piden permiso de entrada. Plurilinguismo paceño que te hace un tour sonoro por la ciudad sin haber salido del minibús que te lleva desde El Alto hasta Obrajes...

"La ciudad estaba muda, dormida, agazapada pero la primera impresión -que siempre es la que cuenta- no sólo nos fascinó de improviso y sin medias tintas sino que tambien nos golpeó como un cross a la mandíbula, demoliendo la idea que traíamos desde Buenos Aires acerca de lo que era o podía ser una ciudad (...) Ya había conocido otras ciudades como Roma, Londres o Nueva York pero La Paz me colmó de inquietud, me imantó desde el comienzo, me ancló a esas personas que un día cualquiera, una noche cualquiera, estaban allí celebrando sus vidas y desmintiendo no sólo mis ideas acerca de las urbes –que, en verdad, me tenían sin cuidado; creía, entonces, que las ciudades eran todas iguales y que sólo servían para atravesarlas- sino las ideas que, en general, se manejan en torno al concepto ciudad.” (Pablo Cingolani - La Paz: Maravilla y Vértigo)

Difícil eres Chuquiago, mas difícil es tu entorno que guarda a lo lejos tu génesis que es pueblo y guarda también imperios de piedra en otrora refugio de gigantes, ciudades sumergidas en algún lago sagrado, “dorados” ocultos en selvas vírgenes, islas flotantes que guardan a los hijos del sol…

La Paz asombra, intriga, atemoriza y enternece, al verla por vez primera o enésima, cual inacabable espiral, desde la autopista, Satélite o la más alta ladera. La Paz sosiega y enferma desde adentro, en el tráfico infernal, o en la placidez de la plazuela de domingo. La Paz desespera y embelesa en Churubamba o Killi Killi; La Paz nunca deja en paz.

Escritura caótica para una ciudad caótica que se enreda y se pierde, que se reinventa y se encuentra. La ínclita ciudad de Nuestra Señora de La Paz… hace 458 el capitán Alonso de Mendoza encontraba un valle pacifico, de ahí el nombre, desde ese tiempo mucho ha cambiado, ya no es tan La Paz es Chuquiago nomás…

2 comentarios

visitante -

wow, gracias por este "post"...
por que tan rara la paz? a mi me ha embrujado. siento la obligación de ir a ella siempre, cuando la dejo, siento que estoy cometiendo deserción. es muy fuerte. y los paceños...ojalá la amen.
cocha? tranquilita no? buena onda...indescriptible también. es como una larga pradera iluminada. es hermosa bolivia.

Marco -

Majeustoso post. Diverso, apasionado y complejo... igual que su ciudad.