Aprovechare la coyuntura actual para copiar un texto sobre el maestro Joaquín Sabina, hecho por
Ricardo bajo en un
diario local. Solo resta copiar, porque para escribir sobre Sabina se necesita más que unas letras exquisitas y un lenguaje de filósofo, poeta y compositor. Y aun siendo todo eso, nunca alcanza para escribir sobre el MAESTRO y deberé reunir fuerzas para algún día atreverme a escribir sobre el.
Joaquín Sabina es uno de los nuestros, un good fella, que diría Scorsese. El martes sale a la luz su nuevo disco, Alivio de luto, después de un paréntesis de tres años. Compositor, poeta, mujeriego, amante de la noche, hincha de fútbol, gato de mil y una vidas, irreverente, rebelde, iconoclasta... Sabina y La Paz.
DAME MAS GASOLINA
El humor ácido a irreverente conectan a La Paz y Sabina
El amor por la poesía, por la noche y por los relatos cotidianos de la ciudad son elementos que identifican al trovador y a sus seguidores.
Ricardo Bajo Siempre me pregunté por qué un tipo como Sabina gusta tanto en La Paz. El andaluz ni siquiera ha pisado suelo boliviano pero la cofradía de seguidores de Sabina es larga como un día sin pan. Sabina gusta y mucho, no sólo en La Paz, sino en toda Latinoamérica donde mantiene con sus fans irreductibles (la mayoría nunca lo ha visto en vivo y en directo) una conexión fiel y extraña a prueba de balas y pedradas.
Pues bien, los seguidores del flaco de Úbeda (pequeña localidad de Jaén, ubicada en la Andalucía profunda, donde nació) están de enhorabuena, pues pasado mañana, martes, sale a luz su esperado nuevo disco, Alivio de luto, en el que de nuevo canta a sus poetas favoritos con una mezcolanza de estilos desde el rock al valsecito y las letras de siempre.
La llegada de Sabina es del tal calibre que en algunas bodas en La Paz se sustituye el tradicional vals por el tema Contigo del bardo andaluz, hincha acérrimo del Atlético de Madrid, una especie de The Strongest en la capital de España.
Pero lo que destaca un compositor y músico como Óscar García, impulsor del Movimiento de la nueva canción allá por los setenta, es la propuesta musical y textual de Sabina.
Sus canciones bordean la poesía, en América Latina, en general, y en La Paz, en particular, tenemos una cierta afinidad con los tratamientos poéticos de los textos, desde los setenta, dice García.
Y esa poética en las canciones aparece ligada a una lectura cotidiana de lo urbano. Dice lo mismo que mucha gente pero lo dice diferente, sus figuras poéticas, sus frases, su actitud refleja lo que uno espera de la vida cotididana urbana, añade Óscar.
El mundo globalizado también juega en favor de Sabina, pues al hablar, cantar y putear con su ciudad, Madrid, en este caso, habla y canta a todas las ciudades, a todas sus noches, a todos sus personajes desde los cocainómanos y las prostitutas pasando por los mendigos, los taxistas y el resto de vividores de la noche. Eso lo hace más universal que nunca a Sabina, que, paradójicamente, es muy querido en Latinoamérica pues ha expresado siempre un profundo respeto por nuestras tradiciones musicales, que no han sido usadas al estilo de la world music, sino las ha convertido en urbanas, con un dialecto propio, haciendo suyas esas tradiciones, dice García.
Como cuenta Sacha Llorenti, miembro de la Cofradía paceña de seguidores de Sabina, uno siempre es iniciado por algún amigo en este particular vicio musical.
Conocí a Sabina hace aproximadamente diez años, fui iniciado por un amigo que compartía conmigo varios gustos literarios y musicales. Desde entonces lo escucho y leo encontrando siempre algo nuevo. Me gusta porque dice lo que muchos sentimos y no nos atrevemos a decir por lo que debería ser políticamente correcto, dice el Presidente de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos de Bolivia.
La noche y el alcohol tienen una parte preponderante en esta identificación entre Sabina y La Paz.
La visión de la noche de Sabina tiene que ver con la visión que tiene la clase media, intelectual, en La Paz, que se resume en la frase, a cada noche le viene su día, derrotarse para levantarse al día siguiente, pero no un derrotismo quejón sino un nombrar las cosas, la noche, la ciudad, nombrar y bautizar para volver siempre, dice García.
Los temas son lo que más le atrae a Llorenti. Para Sabina no basta con cantarle a la luna y al amor o desamor y al olvido, tampoco es suficiente cantar y denunciar las injusticias, también se debe cantar y contar los desafíos de lo humano. Su obra no reniega de la condición humana y sus contradicciones, la celebra, dice Llorenti.
Su éxito en esa clase mencionada se justifica por su alejamiento de los cuentos de hadas. No creo que sea una clase media ilustrada, sino más bien una clase medio frustrada y el éxito de Sabina creo que radica en que no cuenta cuentos de hadas, en que desnuda con ironía y sinceridad lo humano, porque entre otras cosas sabe que el deseo en sus innumerables manifestaciones no puede retenerse con la camisa de fuerza de una sociedad anclada en sus prejuicios, una sociedad que no hace lo que dice y que no dice lo que piensa. Después de todo, cuántos quisieran doctorarse en lencería y no lo dicen, afirma Llorenti para acordarse también de otros dos ídolos de la canción latinoamericana: Sabina desacraliza a los santos, baja de sus estatuas de bronce a los héroes, y ejerce el derecho y el deber de la crítica destructiva ante el poder. Además de ser un trovador urbano, es un provocador y, salvadas todas las diferencias, es la versión contemporánea aguardentosa y terrenal de Silvio y Pablo.
y quién de todos no ha cantado alguna de Sabina en alguna guitarreada, que no sería tal si no suena, aunque sea desafinada, un tema del flaco.
Óscar prefiere Pongamos que hablo de Madrid y Nos dieron las diez. Sacha se inclina por Noches de Boda que dice: Que el equipaje no lastre tus alas..., que el diccionario detenga las balas..., que las persianas corrijan la aurora, que gane el quiero la guerra del puedo..., que el fin del mundo te pille bailando. Pero Sacha la canta siempre media voz desde la vez que le echaron impunemente del escenario de un exigente karaoke mexicano, según cuenta.
Armando Urioste, de la Oficialía Mayor de Culturas, no tiene una canción favorita pero destaca sus textos, su manera de hablar, su actitud, ese perfil de trovador ácido.
Nuestra identificación con Sabina creo que parte de ése su humor bien cargado y cruel, que compartimos los paceños con él, si Sabina llegara a La Paz se divertiría como coco, eso nunca pasaría en Santa Cruz, pues no son metropoli, tienen condiciones pero no lo son, por eso nos miran con envidia por nuestra alma metropolitana, Sabina casa con nuestro espíritu como ciudad, con Saenz, con nuestro humor sarcástico, pega bien aquí y no me refiero sólo a La Paz sino a El Alto también, casa con ese movimiento de hip hop que gusta de usar las palabras como piedras, dice Urioste.
¿Y la influencia de tremendo compositor en sus pares en La Paz?La influencia en los músicos y poetas bolivianos no es muy notoria. Probablemente, con un estilo muy propio, Manuel Monroy tiene coincidencias en el uso del lenguaje urbano y marginalizado, además de la exploración en distintos ritmos musicales. Creo que Manuel ha sabido leer esas realidades y traducirlas en canciones excepcionales, dice Llorenti, quien ve en las letras y poemas de Sabina (reproducimos dos en estas centrales) una particular influencia de Baudelaire, Wilde, Bukowski y Miller, con la ventaja de que ahora la poesía se difunde a través de la música con mayor éxito que por medio de libros. Sabina es un poeta que además canta, su obra poética publicada (incluida la epistolar) no es más que la continuidad de su irredimible irreverencia.