Todos tienen derecho a Bolivia
Bolivia está en peligro. La cabeza fría no pudo con el corazón caliente.
La patria feliz donde el hombre iba a gozar el bien de la dicha y la paz, como deseaba José Ignacio de Sanjinés hace 160 años, se encuentra convertida en un territorio al borde del estallido y no se ve que haya quien pueda hacer mucho para evitarlo.
Mesa sigue en el cargo hasta que el Congreso acepte su renuncia.
Los desencuentros de marzo, que enfrentaban a una oposición empecinada en lograr cambios que la realidad política no permitía al gobierno de Carlos Mesa, terminaron por diluir la autoridad política de las instituciones, que ya estaban muy debilitadas.
Esta mañana de miércoles escuché sin creer la declaración de una senadora que todavía aseguraba que ella y su partido y otros partidos representan a la mayoría de los bolivianos, y no los veintitantos mil que bloquean La Paz y El Alto desde hace una semana.
Pero mucho me temo que ya nadie representa a los bolivianos. Hay quienes siguen preocupados por reivindicaciones sociales y económicas, pero también hay quienes no saben qué hacer para conseguir comida o combustible, y hay quienes temen por su seguridad y la de sus familias.
El propio presidente Mesa, que aunque haya renunciado sigue en el cargo porque el Congreso no ha aceptado su dimisión, advirtió que los grupos que representan al capital boliviano presionan para que el gobierno use la fuerza pública.
Con la voz tensa por lo que ha pasado en las últimas semanas, Mesa explicó que quienes pidieron en octubre de 2003 al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada que usara la fuerza para disolver las manifestaciones e impedir las marchas son los mismos que ahora lo acusan de genocidio.
El presidente Mesa dijo que está bajo presión para usar la fuerza pública.
Hay quienes aprovechan el río revuelto y atizan un fuego que puede terminar quemando muchas cosas. La Unión de Jóvenes Cruceñistas, de Santa Cruz, dijo a la BBC que sus afiliados no están dispuestos a permitir que los comunistas se apoderen de Bolivia.
Su vocero Víctor Hugo Castedo declaró que el problema del país es racial y que la oposición es una minoría racista que quiere avasallarlos y quedarse con el país y con el gas.
Y uno, del otro lado del mar, del otro lado del mundo, se da cuenta de que la guerra civil parece inevitable.
También se da uno cuenta de que iniciar una guerra sigue siendo fácil, y que lo difícil será detenerla porque la sangre que se derrame va a separar todavía más a un pueblo dividido que ya tiene la cabeza tan caliente como el corazón.
Todos tienen derecho a Bolivia
En casos como el Bolivia uno se pregunta si la comunidad internacional, que es otro nombre del grupo de los poderosos, tiene el deber o el derecho de intervenir para evitar destrucción y muerte, como ha hecho en otras partes.
Pensemos en la Organización de Estados Americanos, que parece a punto de despertar de un letargo que duró más de medio siglo, y cuyo antecedente original pudo haber sido la patria americana unida de corazón que soñó Bolívar en 1826.
"Todos tienen derecho a ser bolivianos".
Después de todo, la OEA es una organización internacional que tiene el propósito de lograr un orden de paz y de justicia en la región, aunque no pueda intervenir en problemas internos de las naciones.
Pero quizá es mejor que no haya más manos en el conflicto boliviano, ya de por sí un rompecabezas imposible.
También sería simplista decir que esta vez se trata de un enfrentamiento final entre los vestigios indígenas y los restos de un imperio que se ahogó en sus propias pompas hace varios siglos.
Los aymaras, es decir los urus, los chipayas, los omasuyos, los pacajes, los sicasicas, los curahuaras y los carangas en el sur del altiplano tienen tanto derecho a ser bolivianos como los quechuas de los valles, y los charcas, los chicas, los yamparas, los misques, los lipes y los clisas, o los chiriguanos en los contrafuertes andinos del este y sureste.
Lo mismo pasa con las tribus nómadas de los llanos orientales y surorientales, como los mojos, los chiquitos, los guarayos, los yuracarés, los tobas, y con quienes nacieron después en las ciudades y descienden de quienes vinieron al continente en busca de una vida mejor y hallaron lo que hallaron.
Lo cierto es que ya nadie es lo que fue, y que el mestizaje y otros fenómenos de nuestro tiempo nos han hecho si no iguales semejantes a todos, aunque por el momento algunos bolivianos no parecen muy dispuestos a aceptarlo, tal vez porque no se dan cuenta de que esa es la raíz del árbol del problema.
Miguel Molina
Columnista, BBC Mundo
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Lea ademas:
BBC Mundo: Laberinto Boliviano
BBC Mundo: La columna de Miguel
La patria feliz donde el hombre iba a gozar el bien de la dicha y la paz, como deseaba José Ignacio de Sanjinés hace 160 años, se encuentra convertida en un territorio al borde del estallido y no se ve que haya quien pueda hacer mucho para evitarlo.
Mesa sigue en el cargo hasta que el Congreso acepte su renuncia.
Los desencuentros de marzo, que enfrentaban a una oposición empecinada en lograr cambios que la realidad política no permitía al gobierno de Carlos Mesa, terminaron por diluir la autoridad política de las instituciones, que ya estaban muy debilitadas.
Esta mañana de miércoles escuché sin creer la declaración de una senadora que todavía aseguraba que ella y su partido y otros partidos representan a la mayoría de los bolivianos, y no los veintitantos mil que bloquean La Paz y El Alto desde hace una semana.
Pero mucho me temo que ya nadie representa a los bolivianos. Hay quienes siguen preocupados por reivindicaciones sociales y económicas, pero también hay quienes no saben qué hacer para conseguir comida o combustible, y hay quienes temen por su seguridad y la de sus familias.
El propio presidente Mesa, que aunque haya renunciado sigue en el cargo porque el Congreso no ha aceptado su dimisión, advirtió que los grupos que representan al capital boliviano presionan para que el gobierno use la fuerza pública.
Con la voz tensa por lo que ha pasado en las últimas semanas, Mesa explicó que quienes pidieron en octubre de 2003 al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada que usara la fuerza para disolver las manifestaciones e impedir las marchas son los mismos que ahora lo acusan de genocidio.
El presidente Mesa dijo que está bajo presión para usar la fuerza pública.
Hay quienes aprovechan el río revuelto y atizan un fuego que puede terminar quemando muchas cosas. La Unión de Jóvenes Cruceñistas, de Santa Cruz, dijo a la BBC que sus afiliados no están dispuestos a permitir que los comunistas se apoderen de Bolivia.
Su vocero Víctor Hugo Castedo declaró que el problema del país es racial y que la oposición es una minoría racista que quiere avasallarlos y quedarse con el país y con el gas.
Y uno, del otro lado del mar, del otro lado del mundo, se da cuenta de que la guerra civil parece inevitable.
También se da uno cuenta de que iniciar una guerra sigue siendo fácil, y que lo difícil será detenerla porque la sangre que se derrame va a separar todavía más a un pueblo dividido que ya tiene la cabeza tan caliente como el corazón.
Todos tienen derecho a Bolivia
En casos como el Bolivia uno se pregunta si la comunidad internacional, que es otro nombre del grupo de los poderosos, tiene el deber o el derecho de intervenir para evitar destrucción y muerte, como ha hecho en otras partes.
Pensemos en la Organización de Estados Americanos, que parece a punto de despertar de un letargo que duró más de medio siglo, y cuyo antecedente original pudo haber sido la patria americana unida de corazón que soñó Bolívar en 1826.
"Todos tienen derecho a ser bolivianos".
Después de todo, la OEA es una organización internacional que tiene el propósito de lograr un orden de paz y de justicia en la región, aunque no pueda intervenir en problemas internos de las naciones.
Pero quizá es mejor que no haya más manos en el conflicto boliviano, ya de por sí un rompecabezas imposible.
También sería simplista decir que esta vez se trata de un enfrentamiento final entre los vestigios indígenas y los restos de un imperio que se ahogó en sus propias pompas hace varios siglos.
Los aymaras, es decir los urus, los chipayas, los omasuyos, los pacajes, los sicasicas, los curahuaras y los carangas en el sur del altiplano tienen tanto derecho a ser bolivianos como los quechuas de los valles, y los charcas, los chicas, los yamparas, los misques, los lipes y los clisas, o los chiriguanos en los contrafuertes andinos del este y sureste.
Lo mismo pasa con las tribus nómadas de los llanos orientales y surorientales, como los mojos, los chiquitos, los guarayos, los yuracarés, los tobas, y con quienes nacieron después en las ciudades y descienden de quienes vinieron al continente en busca de una vida mejor y hallaron lo que hallaron.
Lo cierto es que ya nadie es lo que fue, y que el mestizaje y otros fenómenos de nuestro tiempo nos han hecho si no iguales semejantes a todos, aunque por el momento algunos bolivianos no parecen muy dispuestos a aceptarlo, tal vez porque no se dan cuenta de que esa es la raíz del árbol del problema.
Miguel Molina
Columnista, BBC Mundo
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Lea ademas:
BBC Mundo: Laberinto Boliviano
BBC Mundo: La columna de Miguel
3 comentarios
Monster Beats -
I think there's a conspiracy out there in the cyber-world against me.
I mean. Seriously!
Oh well.
Javier Heinzmann -
Les escribo desde Argentina ya que estoy armando un proyecto documental sobre los Chipaya. Necesito toda la información disponible, como también, contactos que pueda ir haciendo para cuando viaje al país, ya que voy a estar viviendo unos meses alli.
Desde ya muchísimas gracias.
javierheinzmann@gmail.com
Carlos -
Supongo que las cosas están dificiles por allí... he observado las noticias desde aqui con una mezcla de extraña sorpresa y siempre acordandome de ti.
Sinceramente desconozco al completo la situación boliviana más que por simples pinceladas y por ello prefiero no opinar... solo puedo mandarte un cariñoso abrazo y mucho ánimo.
Carlos.