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Un boliviano con salida al mar (Mario Benedetti)

En Bolivia, hoy 23 de marzo, se recuerda una tragedia colectiva, me parece que nuestra tragedia colectiva es mas una suerte de ejercicio de masoquismo, el cual estamos condenados de recordarlo cada año en medio de una borrachera de patriotería. Hoy me remito a Mario Benedetti para hacer de una tragedia un cuento y de un cuento, una mentira deliciosa que invita a sueños mitologicos.

Nunca he podido confirmarlo, pero dicen que en plena guerra de Las Malvinas le preguntaron a Borges qué solución se le ocurría para el conflicto, y él, con su sorna metafísica de siempre, respondió: “Creo que Argentina y Gran Bretaña tendrían que ponerse de acuerdo y adjudicar las Malvinas a Bolivia, para que este país logre por fin su salida al mar”.

En realidad la ironía de Borges (siempre que la cita sea verdadera) se basaba en una obsesión que está presente en todo boliviano, ese alguien que siempre parece estar acechando el horizonte en busca del esquivo mar que le fue negado. Tiene el Titicaca, por supuesto, pero el enorme lago sólo les sirve para que crezca su frustración, ya que en vez de conducirlos a otros mundos, sólo lo conduce a sí mismo.

De todas maneras, cuando algún boliviano llega al mar, aunque éste sea ajeno, siempre se trata de un blanco, nunca de un indio. Hubo un indio, sin embargo, nacido junto a las minas de Oruro, que por un extraño azar pudo alcanzar el mar prohibido.

Debió ser un niño simpático y bien dispuesto, ya que una dama paceña, que estaba de paso en Oruro y pertenecía a una familia acaudalada, lo vio casualmente y se lo trajo a la capital, allá por los cincuenta.

Rebautizado como Gualberto Aniceto Morales, aprendió a leer y aprendió a servir. Y tan bien lo hizo, que cuando sus patrones viajaron a Europa, lo llevaron consigo, no precisamente para ampliar su horizonte sino para que los auxiliara en menesteres domésticos..

Así fue que el muchacho (que para entonces ya había cumplido quince años) pudo ir coleccionando en su memoria imágenes de mar: desde la tibieza verde del Mediterráneo hasta los golfos helados del Báltico. Cuando al cabo de un año sus protectores regresaron, Gualberto Aniceto pidió que lo dejaran viajar a su pueblo para ver a su familia.

Allí, en su pobreza de origen, en la humilde y despojada querencia, ante la mirada atónita y el silencio compacto de los suyos, el viajero fue informando larga y pormenorizadamente sobre farallones, olas, delfines, astilleros, mareas, peces voladores, buques cisternas, muelles de pescadores, faros que parpadean, tiburones, gaviotas, enormes trasatlánticos.

No obstante, llegó una noche en que se quedó sin recuerdos y calló. Pero los suyos no suspendieron su expectativa y siguieron mirándolo, esperando, arracimados sobre el piso de tierra y con las mejillas hinchadas por la coca. Desde el fondo del recinto llegó la voz del abuelo, todavía inexorable, a pesar de sus pulmones carcomidos: “¿Y qué más?”.

Gualberto Aniceto sintió que no podía defraudarlos. Sabía por experiencia que la nostalgia de mar no tiene fin. Y fue entonces, sólo entonces que empezó a hablar de las sirenas.

(Despistes y franquezas, de 1989)

Lea tambien: Eduardo Avaroa: Un héroe revisitado.

4 comentarios

Carlos Klein -

Yo como chileno apoyare la salida al mar de Bolivia cuando Bolivia apoye un corredor soberano de Chile al Amazonas , eso es integracion de otra manera nunca.

zux -

Cual es el real interes en el mar... solamente intereses comerciales de los peces gordos de Bolivia, el pueblo boliviano en su mayoria no va a conocer el mar, y los que puedan visitarlo seran aquellos Bolivianos medios q puedan pagar, sus vacasiones al litoral

yo apoyare una salida al mar de Bolivia cuando sea el pueblo boliviano quien realmente aproveche, los lindos atardeceres.

Saludos desde Chile

Rocko -

Mucha razon Vania. Siempre disfrute los desfiles, que pasan a ser de todo menos un recordatorio sincero al mar.

Un 23 de marzo sin salteñas es impensable.

Vania B. -

23 de Marzo: día de lamentaciones, desfiles y salteñas.