Cementerios y muertitos
Portón gigante que quiere –sirve para- recepcionar, supongo, la mayor cantidad de almas posibles, las que entran y las que yacen sin vida en algún rincón oscuro y olvidado y que, sin su cuerpo a cuestas, recorren las calles para encontrarla y dejarse absorber.
Como un vivo, es la primera imagen que se estampa del cementerio general de La Paz, la entrada se completa con la capilla que sirve como nexo entre lo que seria un resumen de La Paz en chiquitito. La ciudad de los vivos representada por la ciudad de los muertos.
Recorrer sus pasillos inacabables, muchas veces vacíos, es parte de la magia que guarda el cementerio que te encierra en una burbuja que se aleja -o te suspende- fuera de una ciudad que se mueve, suena, grita; el cementerio no parece hacerlo, permanece quieto silencioso cobijando a sus muertos.
Es “General” porque les es común a todos los seres que constituyen el todo de la ciudad, es el rincón donde cualquier muerto que se digne en llamarse así desearía “vivir”. Desde algún punto alto, el jardín de cruces juega pulsetas con las figuras sacras que rezan a su muerto que con un poco de habilidad e imaginación podrían rezar por su ciudad que se descuelga por los cerros.
Sus muertitos traen sus propias historias a cuestas, es fácil sentarse frente a un “conocido” y recapitular pedazos de su vida, lanzar una oración a los cielos para abrir una charla entre un vivo y un muerto, hablar de filosofía, música, del amor que lleva a la muerte, política talvez, de la vida cruel, en una serie de preguntas sin respuestas y de respuestas sin preguntas. Robarle un poco de tierra, como amuleto, nunca esta demás. Si conoces al muerto como deberías, no estaría demás ir con una botellita de alcohol para calmar la sed que sus intestinos -ahora inertes- pedían con ansias. Si no lo conoces puedes inventar una historia al tan solo ver su sepulcro, el final de ella variaría según la frescura de las flores, la calidad del nicho y las engañosas lapidas.
La quietud del cementerio será violada por dos días, donde las almas descenderán de los cielos o ascenderán de algún otro lugar, para ver si alguien se ha acordado de ellos… será en todos santos y en el día de los difuntos (1 y 2 de Noviembre) donde las oraciones se multiplicaran por miles…
Hagamos un lapsus, esperemos ver un cementerio ajetreado, no el general si no el del Alto, el de villa ingenio, cargado desde hace pocos años de simbolismo y patriotismo justificado… subiremos a buscar almas olvidadas en el cementerio olvidado de los héroes de los octubres… continuamos el viernes.
Volviendo al cementerio general, no puedo dejar de omitir las letras que le escribiera Jaime Sáenz diciendo:
Este cementerio, como todo cementerio, es la historia viva de los muertos que yacen; pero he aquí que no se expande como todos los demás –tal la sola y extraña diferencia de este cementerio.
Pues evidentemente no se expande, ni en sentido horizontal ni en sentido vertical, y si esto es así, cabria preguntarse en que sentido se expande, habida cuenta que los muertos necesitan ser enterrados y para ello se requiere espacio.
¿Desalojan a los viejos muertos de sus tumbas, con tan acelerado ritmo como para disponer del espacio siempre requerido por los nuevos muertos?
Hay interrogantes que resultan demasiado obvios; pero sin embargo, no por ello dejan de ser terriblemente inquietantes.
¿Acaso no somos libres nosotros los vivos de preguntarnos alguna vez por los muertos, aunque más no fuera que ingenuamente y para manifestar nuestra honda preocupación?
¿Por qué no se expande el cementerio?
Aun guardara esa preocupación, viendo desde el otro lado?
Lea también en el blog “Rodeado por la noche” de Paul Telleria:Crónicas de a Pie (Cementerio I).
Crónicas de a pie (Cementerio II de Héroes y Anónimos).
Crónicas de a Pie (Cementerio III del encuentro con la noche).
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Orlita -