Fruta del mar
Nacida de la imaginación de Hans Christian Andersen, esta sirenita ve pasar desde su roca junto al frío mar báltico, los sueños de turistas, viajeros y pescadores: Los primeros con su afán diario, aumentaran su confusión, de imágenes y sensaciones, mezclando en dosis desiguales estatuas, castillos e iglesias en un poutpurri de postales arquetípicas y clichés para enseñar a familiares y amigos. Y en Copenhague, la sirenita será para ellos una pequeña e insignificante escultura de bronce con una patina verde.
Los viajeros, casi siempre solitarios se acercaran a esta dulce niña con ojos conocedores, la rodearan con filosófica admiración y le dedicaran unos minutos antes de continuar por el largo malecón en busca de una banca para anotar sus impresiones.
Pero a primera hora de la madrugada, desde hace mas de 100 años los pescadores daneses siempre le han dedicado una mirada diferente a la sirenita de bronce en su transito hacia el mar: no le hablan, solo la miran y le cuentan sus miedos y temores, se encomiendan a ella para tener buen tiempo y buena pesca, le envían besos y piropos: es su niña-mujer, es su amuleto, su amor, una figura de leyenda que con sus cánticos melodiosos, y un cuerpo de sirena, despierta atracciones inconfesables y temores ancestrales. Y ella, como delicada y sensual fruta del mar, siempre estará allí, en su pequeña roca, cantando muy bajito a pescadores, viajeros y turistas.
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