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Solsticios, San Juan, fogatas y un día para la salchicha

Solsticios, San Juan, fogatas y un día para la salchicha Las leyendas cuentan que allá por el año... hace mucho mucho tiempo, las creencias decían que todos los 23 de junio eran las noches que se hacían mas frías, tan frías que resquebrajaban las piedras y que el Sol de un momento a otro podía llegar a apagarse. El temor a que el Sol fuera a desaparecer hacia que la gente encendiera fogatas gigantes para poder brindar calor al sol y evitar la gran catástrofe.

Mucho mas atrás de lo antes relatado en este lado del hemisferio, en especial el andino, se encontraba celebrando el Willkakuti, o año nuevo Aymará, en donde se conjuncionan varios fenómenos astrológicos, ideológicos y culturales.

Tal como leo hoy es claro notar lo profundamente mestiza que es la sociedad paceña, que el lunes tuvo bien presente la celebración del Willkakuti, o Año Nuevo Aymará, y hoy se prepara para celebrar la católica fiesta de San Juan Bautista.
En todo caso, la gran coincidencia entre ambas es el origen, vinculado con las efemérides astrales, en el hemisferio sur al registrarse la máxima distancia entre la Tierra y el Sol y en el norte la máxima cercanía.

Una coincidencia tan particular de dos culturas que da para hacer algún análisis mas profundo y especifico… pero señores hoy tengo un poco de “flojera” (un demonio que suele aflorar por estos días de frió).

Al leer sobre estos grandes fenómenos de “dos mundos” totalmente distintos y esa deliciosa mezcla de culturas me hizo recordar una platica sobre las fiestas de San Juan y sobre toda una tradición arraigada hace tanto tiempo que últimamente se ven resumidas en una salchicha…

Recuerdo que hace un año atrás escribía :

DÍA DE LA SALCHICHA


Días antes platicaba con una amiga, boliviana que reside en España y una de sus amigas españolas, por el famoso "MSN" y hacen pocos días atrás acabo de ver en televisión los ritos de celebración de la fiesta de San Juan en las ciudades españolas y verdaderamente siento una sana envidia paceña al reconocer tradiciones que habíamos heredado y que hoy las perdimos quizá para siempre.

Qué bellos los muñecos que se queman aquella noche, y la santa costumbre de andar descalzo sobre brasas de roble. Otros juegan con agua y fuego: saltan sobre las fogatas o se mojan, pues allí celebran el solsticio de verano mientras nosotros conmemoramos el solsticio de invierno.

Ritos como éstos abundan en América Latina. En Sucre se mantiene la costumbre de jugar con agua y, para calentarse, tomar ponches. En el Beni se ha conservado el rito de caminar descalzo sobre brasas cosas que vi en mi "integración" con gente de todos los departamentos.

Si hablamos de solsticios, probablemente nos remontemos a los primeros días de la humanidad para hablar de estos ritos. La navidad, por ejemplo, coincide en el hemisferio norte con el solsticio de invierno, y es festejada hasta hoy con fogatas. Sin embargo, debido a la necesidad de conservar la leña y los bosques en la más dura estación del año, se inventó el arbolito de Navidad, que en principio traía velas, como si fuera una fogata simbólica, y hoy lleva luces: fuegos simbólicos.

No sé en qué momento las autoridades edilicias y los ecologistas se juntaron para condenar los ritos de San Juan esgrimiendo el argumento de la contaminación del medio ambiente. Y con esa condena, la muerte de la tradición y tristemente ver el rito de San Juan convertido en una Fiesta del Hot Dog. En nombre de la ecología, hemos reemplazado ritos muy antiguos por un marketing moderno de los embutidos. La noche del 23 era imposible conseguir un paquete de salchichas, porque se acabaron. Vi largas colas en los mercados e inclusive en el pequeño minimarket de mi barrio, en espera de la última edición de las consabidas salchichas de Viena, como si viviéramos en época de guerra y racionamiento. ¿Y todo para qué? Ni siquiera para calentarse los huesos alrededor de una buena fogata, sino para ensuciar el mantel del comedor con mostaza, ketchup, mayonesa y grasa de cerdo con sabor ahumado.

En otros tiempos echábamos camotes y lacayotes asoleados a las brasas, tomábamos ponches de leche, de guinda y canela, saltábamos sobre las fogatas o hacíamos ronda en torno a ellas; y aprovechando la oscurana hurtábamos los primeros besos a nuestras chicas. Hoy no podríamos hacerlo con el mismo deleite, porque sus boquitas pintadas saben a la más barata y vulgar forma de la fase food internacional... la salchicha..!!


Rememoro y vuelvo a escribir porque aun se siente nostalgia.

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