Muerte en la cancha
Abdón Porte defendió la camiseta del club uruguayo Nacional durante más de doscientos partidos, a lo largo de cuatro años, siempre aplaudido, a veces ovacionado, hasta que se le acabo la buena estrella.
Entonces lo sacaron del equipo titular. Esperó, pidió volver, volvió. Pero no había caso, la mala racha seguía, la gente lo silbaba: en la defensa, se le escapaban hasta las tortugas; en el ataque, no embocaba una.
Al fin del verano de 1918, en el estadio del club Nacional, Abdón Porte se mató. Se pegó un balazo a medianoche, en el centro de la cancha donde había sido querido. Estaban todas las luces apagadas. Nadie escucho el disparo.
Lo encontraron al amanecer. En una mano tenía el revólver y en la otra una carta.
La tragedia poética quedo plasmada en algún libro olvidado que recuerda anécdotas futbolísticas, el mismo que desde hace un tiempo se hace espacio entre sus párrafos para el Camerunés Marc Vivien Foe que cayo, como fulminado por un rayo, en Junio del 2003 en plena semifinal de la Copa Confederaciones en Lyon, todo eso mientras nuestros incrédulos ojos veían en vivo y en directo aquella tragedia. Tiempo después cayeron desplomados en plena cancha el húngaro Miklos Feher, a principios de 2004; y del brasileño Serginho a fines del mismo año.
Aquellas imágenes trágicas parecían habérsenos olvidado cuando volvimos a ver como el español Antonio Puerta se desvanecía en nuestras pantallas hace algunos días. Y desde la reciente de muerte de Puerta, otros 3 futbolistas han muerto en pleno campo de juego, quizás fruto de dolorosas coincidencias pero que no dejan de marcar el alma de un hincha del fútbol que ve con impotencia como aquellos genios simplemente humanos dejan de ser.
El poeta dirá que murieron en su ley, en un campo de juego. En el césped y entre las tribunas que tantas alegrías les dieron y donde tanta magia crearon, pero aun así no se puedo dejar de sentir una tristeza infinita…
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