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Serenidad

Serenidad ¿No puede usted dormir? Pues tómese un ansiolítico. ¿Está usted deprimido? Pues tómese un antidepresivo. ¿Se murió un pariente? No debe llorar, tómese un sedante. ¿Perdió su gran amor? No sufra (eso quedó para las novelas antiguas), farree hasta caer al suelo, o dópese. ¿Se siente solo porque no puede encontrar pareja? No se angustie, busque terapia de grupo con otros igualmente inadaptados. ¿Su niño es travieso? No se pase el trabajo de ayudarlo a llenar las horas con actividades útiles; llénelo de Ritalin y vea cómo queda con los ojitos desenfocados, pero tranquilo.
Vivimos en la era de la planicie emocional, la era de la equidad minimalista, de las pastillitas mágicas, de la chatura intelectual, de la “mismez” estandarizada. Hoy, las cumbres y los abismos están prohibidos; los sentimientos fuertes están mal vistos. No se puede ser mucho (ni poco). Ser “demasiado” inteligente es tan malo como sufrir de acné. En nuestros días Beethoven, Chopin, Bolívar, Dostoievski, Baudelaire o Rimbaud serían inadaptados, enviados a diagnóstico, psicoanalizados e internados.
En el pasado, preocuparse por el estado del mundo, del país, de la salud, el trabajo o la familia, se tomaba como señal de madurez y responsabilidad, a la gente “seria” realmente le importaba lo que sucedía en su patria o su ciudad. Hace unas cuantas décadas, sufrir de amor era sublime; hoy es una estupidez. Ayer, ser locamente feliz era maravilloso; hoy es señal de ciclotimia o trastorno bipolar. Antes, la angustia era señal de haber comprendido la complejidad de la vida; hoy es señal de vulnerabilidad y motivo de estabilización con Xanax, Prozac, Zoloft o Tranquilax.
Todos debemos encajar, cumplir con patrones de normalidad sin exceder expectativas ni pedir tolerancia. En un mundo acelerado, complicado y sobrepoblado, los que levantan la cabeza por encima de la masa, o los que caen por debajo de la regla, son retirados de la correa transportadora educativa o profesional, para ser descartados por no seguir la norma. Por ello, tanto ansiolíticos, antidepresivos y “neuroequilibradores” se han hecho más populares que la antes infaltable aspirina. Todos los toman. Tanto, que hace poco leí que las aguas del venerable Támesis contienen cantidades “significativas” de antidepresivos, por lo que podemos colegir que la flema inglesa moderna es más alquimia que tradición cultural.
Sin embargo, la planicie es aburrida. Gozar y sufrir son elementos esenciales de la vida; son el cenit y nadir de nuestro sol interno, sin los cuales no podríamos completar el ciclo de la vida. El chato contentamiento no puede parangonarse con la dicha verdadera, y el dolor es padre del impulso creador del dolor, dando vida a Goyescas, Guernica, girasoles enloquecidos, Fausto o el Réquiem de Mozart. ¿Podría haber existido un Dante iluminado sin las luchas de su Florencia natal? ¿Habría surgido Winston Churchill si su patria no hubiera estado sumida en una trágica guerra? Si Eurípides hubiera tomado Prozac, si Homero hubiera englutido Zoloft, si Beethoven hubiera podido dormir, si Van Gogh hubiera tomado litio, ¿tendríamos Edipo Rey, La Ilíada, la Apasionnata o el sol enceguecedor sobre los trigales?
Por supuesto que no se trata de sufrir sin descanso, ni de creer que se puede vivir flameando en la cumbre de la dicha. La vida ofrece altos, bajos y planos intermedios en sabias dosificaciones, y es imprescindible saber saborear la dicha, así como enfrentar la desdicha con serenidad, sobre todo si recordamos que la serenidad no es indiferencia ni es insensibilizar el alma. Serenidad significa sentir y sufrir, aceptando lo inevitable; serenidad significa luchar, asumiendo las consecuencias de la lucha; serenidad significa asumir la magnitud de la pérdida, sin desesperar. Hermoso, ¿no? Demasiado, quizás. Si tuviésemos serenidad… no necesitaríamos escribir sobre estos conflictos, ni recurrir ocasionalmente al cigarrillo, al whisky, al Xanax o al Prazolam, que, al fin de cuentas, nos sacan de apuros cuando se nos cae el mundo encima. ¿Cierto?

3 comentarios

aaron -

concuerdo contigo, aunque soy psicologo y coordino terapias grupales y creeme no son aditamentos modernos/enajenantes. Lo que me gusta´ría comentar es que esos personajes tan ilustres que mencionaste si fueron inadaptados y si fueron muchos de ellos relegados y discriminados, de acuerdo no existia el valium (en gral estoy en contra de los psicotropicos aunque desgraciadamente son necesarios en ocasiones)pero no puedes decirme que van goh, Einstein o Dalí fueron respetados y comprendidos. Los seres excepcionales surgiran en todas las epocas no importa loslimites sociales y en general seran vilipendiados, que trsite destino para los genios...

magdalena -

creo q .. no exist nadie en este mundo q no dependa en algun momento de algo..sea este "algo" un vicio..una conducta infundamentada..1 razon sin razon.y lo justifico en tanto recaigo solo sobre uno ..sin q esto dañe bajo ningun punto a un otro..bajo ningun punto..o sea si lo hace en forma aislada

yinin -

cierto