La eterna busqueda llamada libertad
Quizá sea porque la libertad es como una pequeña llamita cuya esperanza nunca se apaga.
Lo leí en La fuga, la extraordinaria novela del cineasta y escritor Eduardo Mignogla, no sé si es verdad, pero merecería serlo: "...El Código Penal de la República Argentina no sanciona a los detenidos que intenten huir, por considerar que la búsqueda de la libertad es un instinto irresistible". Sabios conocedores del alma humana los que pensaron así, porque hombres y mujeres, a diferencia de algunos pájaros, son capaces de cantar de soñar y de encontrar espacios de libertad aún en las condiciones más complicadas de prisión y tormento.
Quizás sea porque la libertad es como una pequeña llamita cuya esperanza nunca se apaga. Lo saben, entre otros, las víctimas de las dictaduras latinoamericanas, tiempo de oprobio que no quisiéramos que retorne nunca. Pero la memoria debe estar acompañada de esa escurridiza palabra llamada justicia. La investigación del Plan Cóndor, el descubrimiento de las cuentas secretas de Augusto Pinochet, la negativa de la justicia argentina a poner punto final a los juicios contra los torturadores militares son muestras de que hemos avanzado. Lo es también que a las más bellas plazas de La Paz, se haya inaugurado un espacio para recordar a los desaparecidos, esa herida siempre abierta, aún en democracia.
Ahora bien, como toda palabra símbolo hubo y hay usos para "libertad". En su nombre el enano mental que gobierna Estados Unidos, George W. Bush, mandó a bombardear y a invadir Irak. A propósito, los grandes medios de comunicación norteamericanos publicaron las fotos de los más de mil soldados gringos caídos en lo que fuera el territorio del imperio Persa, me imagino que colocar los rostros de los más de 200 mil iraquíes muertos en esta invasión hubiera llevado muchas más páginas de las que utilizan en todo el mes.
Y en nombre de la "libertad de mercado" los neoliberales nos convirtieron en prisioneros del hambre, del desempleo y del saqueo de nuestros recursos naturales. En el otro vértice, José Stalin mandó a matar a millones de personas usando como excusa la "libertad del pueblo".
Sin embargo, a pesar de tanta muerte, de tanto barrote y de tanto garrote, los seres humanos siguen añorando la palabra "libertad", escribiéndola en paredes cuando las sombras de la noche ocultan sus rostros o con sus uñas en los muros de las prisiones, o en los sueños más enfebrecidos.
Aún sabiendo que la libertad es indomesticable, que el momento en que creemos tenerla le hemos quitado su valor. Quizás por ello ese extraordinario escritor del siglo de oro que fue Francisco de Quevedo decía que: "Sólo lo fugitivo permanece y dura".
Lo leí en La fuga, la extraordinaria novela del cineasta y escritor Eduardo Mignogla, no sé si es verdad, pero merecería serlo: "...El Código Penal de la República Argentina no sanciona a los detenidos que intenten huir, por considerar que la búsqueda de la libertad es un instinto irresistible". Sabios conocedores del alma humana los que pensaron así, porque hombres y mujeres, a diferencia de algunos pájaros, son capaces de cantar de soñar y de encontrar espacios de libertad aún en las condiciones más complicadas de prisión y tormento.
Quizás sea porque la libertad es como una pequeña llamita cuya esperanza nunca se apaga. Lo saben, entre otros, las víctimas de las dictaduras latinoamericanas, tiempo de oprobio que no quisiéramos que retorne nunca. Pero la memoria debe estar acompañada de esa escurridiza palabra llamada justicia. La investigación del Plan Cóndor, el descubrimiento de las cuentas secretas de Augusto Pinochet, la negativa de la justicia argentina a poner punto final a los juicios contra los torturadores militares son muestras de que hemos avanzado. Lo es también que a las más bellas plazas de La Paz, se haya inaugurado un espacio para recordar a los desaparecidos, esa herida siempre abierta, aún en democracia.
Ahora bien, como toda palabra símbolo hubo y hay usos para "libertad". En su nombre el enano mental que gobierna Estados Unidos, George W. Bush, mandó a bombardear y a invadir Irak. A propósito, los grandes medios de comunicación norteamericanos publicaron las fotos de los más de mil soldados gringos caídos en lo que fuera el territorio del imperio Persa, me imagino que colocar los rostros de los más de 200 mil iraquíes muertos en esta invasión hubiera llevado muchas más páginas de las que utilizan en todo el mes.
Y en nombre de la "libertad de mercado" los neoliberales nos convirtieron en prisioneros del hambre, del desempleo y del saqueo de nuestros recursos naturales. En el otro vértice, José Stalin mandó a matar a millones de personas usando como excusa la "libertad del pueblo".
Sin embargo, a pesar de tanta muerte, de tanto barrote y de tanto garrote, los seres humanos siguen añorando la palabra "libertad", escribiéndola en paredes cuando las sombras de la noche ocultan sus rostros o con sus uñas en los muros de las prisiones, o en los sueños más enfebrecidos.
Aún sabiendo que la libertad es indomesticable, que el momento en que creemos tenerla le hemos quitado su valor. Quizás por ello ese extraordinario escritor del siglo de oro que fue Francisco de Quevedo decía que: "Sólo lo fugitivo permanece y dura".
2 comentarios
Bene -
Maribel -