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El ecléctico había muerto sin rezar una oración a Dios. El ecléctico vivió su vida en total eclecticismo. El cielo le abrió las puertas de par en par, a pesar de su ateismo. Después de transitarlo todo. Todo el cielo, todos los cielos, llegó al infinito. Tampoco allí pudo encontrar a Dios. Vago por los astros, quién sabe cuánto tiempo, hasta que le tocó reencarnarse.
Hoy es un monje anacoreta. Cree y ama a Dios por sobre todas las cosas, con la lotana esperanza de encontrarlo cuando vuelva a morir.
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