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Soñando despierto

Soñar es obra exclusiva del ser humano y sello distintivo de cada corazón. Hasta se podría decir: dime que sueñas y te diré quién eres. Soñar nos distingue, nos alienta e ilusiona. Soñamos lo que queremos ser, lo que anhelamos convertirnos y también soñando afloran nuestros peores pensamientos. Si con sólo soñar podríamos seducir, amar o hacer daño otra sería nuestra ética y comportamiento conscientes que estamos libres de toda responsabilidad. Por eso, lo que se sueña y se piensa es lo que verdaderamente identifica y define al individuo, enmascarado por conveniencias casuales que le imponen un alto grado de simulación en sus actos.
Se sueña espontáneamente cuando dormimos y se sueña despierto lo que se quiere, añora o se desea. Los sueños a los que me refiero son los últimos, los que a voluntad los elaboramos, pintamos y dibujamos a nuestro gusto y sabor. Aquellos sueños, tal vez imposibles de alcanzar o realizar, pero que tienen la virtud de alentarnos, elevarnos, sublimarnos y mejorar nuestro espíritu y comportamiento. Los que nos hacen vivir más allá de las conveniencias diarias, mezquinas y circunstanciales. Los que nos proyectan como seres superiores liberándonos por unos instantes de intereses pasajeros tan útiles y necesarios para sobrevivir, puesto que como decía J. J. Rousseau es difícil pensar noblemente cuando sólo se piensa en vivir. Dejar libre nuestra imaginación es bucear hacia nuestro interior en busca del yo íntimo adormilado por el diario vivir y reconocer las distancias que nos separan entre nuestros ideales y en lo que nos hemos convertido. Es retrotraerse a lo que quisimos ser, a los ideales de la juventud o de la niñez. Es recordar lo que pensábamos de la vida, a quien quisimos amar y como soñamos ser amados. Nos permiten, en otras palabras, confesarnos lo que ganamos o perdimos por haber vivido, por haber elegido una determinada manera de vivir y sacrificar en consecuencia otras vidas que soñamos vivir.
Decía Amado Nervo: El hombre que vive mirando las estrellas es una parte de ellas mientras que el hombre que mira el cieno es parte del cieno. Donde llega la insistente mirada va con ella una prolongación de nuestro yo. Soñar por ejemplo: que Bolivia se convertirá al fin en el país más diverso y hermoso del mundo, pese a sus habitantes que permanentemente lo devalúan y desprestigian. Que algún día nos sentiremos orgullosos de ser bolivianos sin importar si somos originarios o no. Soñar que los gobernantes y políticos actuarán en función del interés nacional en vez de hacerlo cuidando el día a día azuzados por un populismo barato que prefiere satisfacer urgencias circunstanciales que hipotecan nuestro futuro. Soñar que al fin comprenderemos que es más importante querer construir un futuro juntos que vanagloriarse de haber tenido un rico pasado, de nada sirven las glorias pasadas si ya no se desea continuar juntos.
Soñemos cosas positivas que nos alegren el corazón y que nos ayuden a darle color a nuestra vida, puesto que si es importante vivir intensamente mientras uno está despierto también es útil y positivo soñar despierto.

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