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Bolivia: Octubre con sus ecos

Bolivia: Octubre con  sus ecos Octubre 2003. Aguayo envolviendo el cuerpo de una niña. Niña envuelta en el aguayo de su muerte. Y las voces acompañantes que se escuchan desde cualquier rincón y que tal vez hacen una misma voz, nuestra voz y nuestras voces:
“Era más o menos cinco y media de la tarde. El sábado en la tarde. Entonces aquí al domicilio hemos llegado a las seis menos diez y aquisito hemos puesto a mirar al puente. Los militares del puente estaban ya reunidos. Los militares nos ha disparado directamente del puente. Primeramente ha pasado un proyectil sobre el oído de mi hijo grande; segundo proyectil ha llegado a mi hijito de la boca y por el cráneo se ha salido. El chiquito era de cinco años cumplido pero a seis estaba entrando (...) Había televisado, había hablado que el niño se había caído del terraza. No era eso la verdad”. “Las ráfagas de los fusiles Fal y las metralletas acompañan al asfixiante gas que secaba la garganta de quienes resistían la salida de las cisternas de gasolina y diesel”.
“No se pueden utilizar armas de guerra contra la población civil”. “No respetan ni guaguas ni mujeres, todo”. “Mañana puede ser el último día de nuestras vidas”. “Ésa es una ametralladora, hermano”. “No hay raciocinio para meter metralla a gente que está agarrando piedra. No tiene sentido esto”. “Los soldados se están desplegando en la obscuridad”. “Es una guerra esto...”. “Hay balas, están disparando”. “Ustedes van a venir aquí a matar como a ovejas; el presidente que se vaya”.
“Yo no voy a renunciar”.
“Inclusive a los heridos los están pateando”. “Quisiera pedir que más bien hagan un llamado al gobierno para que se sensibilice en este momento y se puedan recoger por lo menos a los heridos”. “Mi casa sin motivo lo han ametrallado. Mi pared está ya hueco, no está huequeado”. “Estamos respirando mucho gas en este momento”. “Los que disparaban más que todo eran los clases, o sea, tenientes o los oficiales; parecía que los soldados no quieren disparar. Están tranquilos ahí parados y los que empiezan a disparar son los oficiales”. “Las Fuerzas Armadas han disparado dentro de la casa”. “¡Que no hayga más muertos, por favor! Pido a todos los militares, a los soldaditos, son como ustedes, ¿por qué están asesinando a sus hermanos?”. “Nos preocupa de verdad...tanta muerte”. “Ha desaparecido desde el sábado, no llega a la casa ...no sé dónde más ya buscar. He ido a la morgue, no hay; en las clínicas he buscado, no hay señora”. “Yo quiero ver su cuerpo de mi hija, ¿dónde está?”. “La gente les está diciendo a los policías que se unan a la lucha”. “No era necesario que mate a tanta gente para que renuncie”. “El pueblo no ha matado a los soldados. Los militares han matado ellos mismos a los soldados pero lo ha culpado al pueblo que ha matado”.
Y él renuncia.
Y las voces todas juntas:
“¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!...”
Y las voces por separado:
“Impresionante la caravana que está bajando con los mineros”. “Estamos contentos junto con nuestro pueblo”. “Muchísimas gracias pueblo alteño, hemos estado todos estos días juntos”. “Este festejo no tiene límite”. “Decirle al pueblo que lo hemos logrado”. “Estoy con mi bandera como símbolo de nuestro triunfo”. “Ahora estamos feliz nosotros, feliz, sonriendo, ahora sí queremos reír, joven”.

Testimonios: “Para que el tiempo no borre la memoria. No a la impunidad”. Radio Pachamama; “20 días de noviembre después de una revuelta”. El tronco de Senegal.

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