Los Simpsons y la Fiebre Amarilla
“Marge, los dibujos animados no tienen ningún significado profundo. No son otra cosa que estúpidas caricaturas que te producen alguna que otra risa tonta” (Homero Simpsons, Episodio 8F01 “Mr. Lisa Goes to Washington”)
Han pasado poco más de 18 años para ver a la familia amarilla preferida pasar de la televisión a la pantalla grande y con su llegada han recaído sobre el film las más diversas críticas, entre las que les favorecen y las que pronostican el fin de una linda era.
Es difícil opinar sobre la película, quien la haya visto no sabrá si es un versión larga de un capitulo televisivo o una serie de varios capítulos (como el “quien mato al Señor Burns”) unida como una sola (no les parezca raro entonces ver el “esta historia continuara…” en la primera parte de la película). El film solo llega a eso, es un capitulo largo que no nos muestra nada nuevo, tanto así que entonces tenemos al mismo Homero cuestionándose su visita al cine en su primera aparición. Pero bueno, que mas se les puede pedir a los Simpsons si en estos veinte años prácticamente se han creado todo, desde su familia disfuncional, hasta un ciudad entera que si bien es ficción no deja de ser parte de este mundo con cada uno de sus habitantes reconocibles. Y es que los Simpsons han pasado de ser el arquetipo de la familia estadounidense hasta casi universalizarse, logrando identificarse con el tiempo con la vida de cualquier familia del mundo con preferencia occidental.
Ya lo dice entonces Fresán y su amor amarillo: Y ahora llega el momento de The Movie, que en principio se pensó que sería una versión expanded del genial episodio del Kamp Krusty. Pero no. Parece –luego de descartar un plot en el que la familia descubría, como en The Truman Show, que eran celebridades televisivas– que la cosa viene en plan catástrofe ambiental.
En realidad qué importa (y la dificultad de una película de Los Simpson es, a escala, la misma de escribir una nota sobre Los Simpson: ¿qué dejar afuera? Hay tanto para mencionar y recordar...).
Porque como bien dijo Matt Groening: “La gente no decide ver Los Simpson porque trate de esto o aquello. La gente ve a Los Simpson porque trata sobre los Simpson”.
Y, sí, The Simpson –la película– trata, seguro, exactamente de eso. Y todos felices. Muy.
Y entonces Fresán libera su mente y hace un recordatorio de aquellos gloriosos momentos Simpsons, porque al fin y al cabo los Simpsons no son solo la película hecha en año y medio, sino esos 20 años que se recuerdan con tanta avidez. Por lo mismo, vale recordar también esos cuantos criterios que siempre nos toca analizarlos en las charlas simpsonianas que tan bien tocan, con dosis de parodia e ironía, la familia amarilla, que no dejan de sorprendernos y que nos regalan esa excusa para, aun en mas de 20 años poder seguir viéndolos como si fuera la primera vez:
En filosofía se revelan verdades acerca de la naturaleza humana pero además de reflexionar sobre ellas también juega con ideas filosóficas creándose así su propia filosofía. El mundo satírico de la caricatura es esencialmente filosófico porque para trabajar necesita reflejar realidad exactamente abstrayéndolo, destilándola y luego presentándonosla de forma más simple y brillante sus posturas filosóficas de la realidad. Por eso es que no es coincidencia que el producto más penetrante y filosófico y cultural de nuestro tiempo es una caricatura cómica, y por qué su creador, Matt Groening, es el heredero verdadero de Platón, Aristóteles y Kant. (The Simpsons and Philosophy)
"Y nunca nos olvidaremos de ese ser que vino a traernos amor, murió y volvió a la vida... te recordaremos siempre E.T." (Reverendo Alegría)
La religión es un tema prioritario y hasta mas de uno se ha animado a afirmar que la serie tiene cierta tendencia religiosa, y no es que pretenda difundir el evangelio según Jesucristo sino lo hace desde una visión muy particular donde la critica pero no deja de desconectarse de ella usándola como ultimo recurso: "El dios de Homero es una mezcla de mesías y superhéroe, extremadamente mundano, útil para cuestiones prácticas pero olvidado una vez que pasó lo peor de una crisis".
En muchos episodios, Homero reza: "Tú que estás allá en las alturas, por favor, sálvame Superman"; "Mahoma, Buda, Jesucristo... ¡¡¡ los quiero a todos, sálvenme!!!"; "Dios es mi personaje de ficción favorito" (Mientras mira película bíblica). Tenemos entonces que su fe no es bíblica sino mágico-religiosa. Dios es como un paracaídas que esperan NO UTILIZAR nunca, pero saben que está ahí. Una vez que han superado la crisis todo pensamiento sobre Dios se esfuma". Como se ve, aquí el pragmatismo y utilitarismo calculador es más que evidente. Otra joya simpsoniana.
En política la critica es quizás mas acida, en un país donde la critica al estado de gobierno no es vetada pero si controlada en diversos niveles, los simpsons cada tanto critican la forma de dirigir la nación departe de sus gobernantes con una gran capacidad irónica. Un ejemplo claro es el capitulo donde los Simpsons aseguran que la guerra en Irak es injusta un tema tan delicado que muy pocos se animan a tocar o cuando Homer menciona: “Cada año la brecha entre países ricos y pobres se hace mas grande pero el FMI insiste en calendarios de pago de deuda poco realistas, ¿Porqué Estados Unidos debe utilizar el 90 % de los recursos del mundo?, Argentina debe devaluar su moneda para pagar sus deudas!" (Video Youtube) una clara crítica al FMI, además de estas también se critica a la política migratoria, las bodas gays, temas tan sensibles que se manejan con tanta naturalidad en la serie que invitan a la reflexión.
“Ahora con Internet los niños se te educan solos…” (Homero)
Pero no solo reflexionan sobre esos temas sino la critica llega hacia la cultura popular y los medios; muy divertido tomando en cuenta que ellos son el producto de la cultura de masas.
En algún momento George Meyer, uno de los guionistas del programa, interrogado por la revista New Yorker acerca del mensaje del programa, dijo de forma breve y contundente: "Cuestionar la autoridad", ahí entonces tenemos la formula de su éxito, la autoridad convertida en religión, política, medios y un largo etcétera.
Dejándonos de tanto análisis también hay que hacer lo que hace Fresan, recordar sin mas remedio esos instantes Simpsons que permanecen en la retina, personalmente muero por sus noches de brujas donde todo es posible (Viajes en el tiempo, Ciencia ficción al limite, Muertes Sangrientas, Freaks de Feria, etc) y donde además podemos darnos el gusto de ver decenas de micropelículas. Otra joya de la que no me olvido es el campamento de Rock o la colección Beatle de Flanders, los inicios de Homer en la Internet, la saga del asesino psicótico Bob Patiño, las burdas apariciones del dueño de la tienda de comics, los viajes de la familia (Brasil, China, Inglaterra, etc), la elección de Homero entre ser Inteligente o ser torpe, sin dejar de lado la larga lista de apariciones de famosos (en la voz) que pasan desde Michael Jackson hasta los Rolling Stones sin olvidar la presencia del El primer ministro de Gran Bretaña Tony Blair o la crea magos JK Rowling.
La película es un recordatorio de que los Simpsons no tienen nada más que probar, que en veinte años han creado por demás. La película es un placer antojadizo de sus creadores de demostrar en grande el mundo que se han creado alrededor de nosotros, haciendonos parte de ese mundo amarillo casi real…
Y llegado este punto entiendo algo que –afortunadamente, como sucede con los verdaderos y contados milagros– jamás entenderé del todo: Los Simpson han alcanzado esa cima donde sólo llegan los buenos de verdad. El sitial en el que –una vez abarcado el infierno grande del pueblo chico– se pudieron permitir la conquista del universo para, una vez agotado también éste, regresar sobre sus pasos y comentar y reírse ya de su propia (i)rrealidad tanto más sólida que unas cuantas realidades.
Un nuevo salto en la evolución humana o una forma de extinguirnos, plácidamente, frente al televisor o, ahora, la pantalla del cine. Ser abducidos y consumidos por aquello que tanto placer nos produce consumir. Sentados en una butaca o en ese sillón al final de los títulos de apertura. Desaparecer ahí adentro. Descubrir –parafraseando a Borges– que “El mundo será Springfield”.
Y que tal vez así y sólo así alcanzaremos la inmortal grandeza de estar tanto mejor dibujados y de tener y contar y reír con –ya saben cuál es– el mejor de los colores posibles.
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