El eslabón perdido

Alguno puede asombrarse de esta pérdida cuando nos hacen pensar que actualmente el hombre está en su plenitud física, sexual, material, científica, de información... Sin embargo y justamente por eso es que hay un vacío entre lo que es verdaderamente humano y lo que el hombre quiere mostrar como tal, algo hemos perdido en el camino del progreso ilimitado en el que se nos ha embarcado. A modo de ejemplo, hay algo que nos afecta a todos, ya sea por una cuestión personal o porque los medios de comunicación los muestran así: el tema de la falta de pudor para quienes no comprendan esta expresión, pueden sustituirla por la desnudez del alma y del cuerpo.
Piénsese simplemente en que sólo los animales no humanos se muestran totalmente desprovistos de ropa y así los podemos ver en un zoológico. También a todos nos resulta fácil revivir las crudas escenas de los recintos de prisioneros de Irak, en donde como en los campos de concentración de otras guerras, no es casualidad que a los prisioneros se los obligase a desnudarse para envilecerlos y degradarlos. Sin embargo, nadie piensa así cuando aparecen mujeres y hombres exhibiendo sus cuerpos sin ningún pudor ni vergüenza como los animales del zoológico o los prisioneros de un campo de concentración frente a un público que no sólo se ha acostumbrado, sino que ha otorgado a ese espectáculo un éxito masivo.
El pudor y uso intencionalmente esta palabra para que se vuelva a poner de moda, custodia el misterio personal y no lo ofrece como las mercancías de un shopping, porque también el cuerpo del varón y de la mujer no sólo su alma es un misterio, que pide ser custodiado y respetado (G. Savagnone). La intimidad es una condición del ser humano que, a fuerza de ser violada constantemente, se está perdiendo o reduciendo a un número cada vez más limitado de personas.
Ahora todos parecen tener derecho sobre nosotros. A nadie se le ocurre que se puede tener algo ya sea físico, psíquico o espiritual, que se pueda resguardar de las miradas ajenas, que pueda ser un misterio para develar a alguien en especial, en el momento oportuno y con las condiciones elegidas. En el pudor emerge la exigencia del ser humano de custodiar el misterio personal, contra las fuerzas que por todos lados tienden a vaciarlo o profanarlo (G. Savagnone). Y, ¿qué se hace con algo que está vacío? O se lo tira o se lo llena de otra cosa. Y así ocurre cuando perdemos nuestra condición de personas atractivas sólo por un aspecto: o se nos relega porque ya no servimos o se nos condiciona a ser una cosa.
Ser pudoroso, no es algo indigno ni retrógrado; es un don que actualmente pocos parecen poseer. Es la posibilidad de ofrecer a los demás algo de sí mismo; es el reconocimiento de que somos sujetos y no objetos. Es la posibilidad de contar con un grado de intimidad que nos hace más interesantes a cualquier edad y, por lo tanto, nuestro atractivo no va a depender de unas medidas o de un peso, o de un color de pelo y ojos, sino de algo más interior que perdura y que permite que a los 20 o a los 80 años, sigamos teniendo algo que revelar. Es parte de nuestra condición humana.
En cambio la exhibición de lo de adentro y de lo de afuera, no es autenticidad como nos quieren hacer creer, especialmente los medios de comunicación, sino el eslabón perdido, cuando el hombre volvió a ser animal, cosa o lo que se quiera, todo, menos persona.
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...De la platica, larga, que tuvimos con Carla.
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