El eslabón perdido
Hasta hace poco pensaba que el eslabón perdido era la transición del mono al hombre, de lo menos a lo más. Transición que no ha sido probada y que aún mal que les pese a muchos sigue siendo una mera teoría. Sin embargo ahora me percato de que hay otro eslabón perdido y lo más extraño es que se ha extraviado en pleno siglo XX, sin que nos diéramos cuenta a pesar de toda la tecnología y ciencia que ostenta esta época y es la transición del hombre al animal.
Alguno puede asombrarse de esta pérdida cuando nos hacen pensar que actualmente el hombre está en su plenitud física, sexual, material, científica, de información... Sin embargo y justamente por eso es que hay un vacío entre lo que es verdaderamente humano y lo que el hombre quiere mostrar como tal, algo hemos perdido en el camino del progreso ilimitado en el que se nos ha embarcado. A modo de ejemplo, hay algo que nos afecta a todos, ya sea por una cuestión personal o porque los medios de comunicación los muestran así: el tema de la falta de pudor para quienes no comprendan esta expresión, pueden sustituirla por la desnudez del alma y del cuerpo.
Piénsese simplemente en que sólo los animales no humanos se muestran totalmente desprovistos de ropa y así los podemos ver en un zoológico. También a todos nos resulta fácil revivir las crudas escenas de los recintos de prisioneros de Irak, en donde como en los campos de concentración de otras guerras, no es casualidad que a los prisioneros se los obligase a desnudarse para envilecerlos y degradarlos. Sin embargo, nadie piensa así cuando aparecen mujeres y hombres exhibiendo sus cuerpos sin ningún pudor ni vergüenza como los animales del zoológico o los prisioneros de un campo de concentración frente a un público que no sólo se ha acostumbrado, sino que ha otorgado a ese espectáculo un éxito masivo.
El pudor y uso intencionalmente esta palabra para que se vuelva a poner de moda, custodia el misterio personal y no lo ofrece como las mercancías de un shopping, porque también el cuerpo del varón y de la mujer no sólo su alma es un misterio, que pide ser custodiado y respetado (G. Savagnone). La intimidad es una condición del ser humano que, a fuerza de ser violada constantemente, se está perdiendo o reduciendo a un número cada vez más limitado de personas.
Ahora todos parecen tener derecho sobre nosotros. A nadie se le ocurre que se puede tener algo ya sea físico, psíquico o espiritual, que se pueda resguardar de las miradas ajenas, que pueda ser un misterio para develar a alguien en especial, en el momento oportuno y con las condiciones elegidas. En el pudor emerge la exigencia del ser humano de custodiar el misterio personal, contra las fuerzas que por todos lados tienden a vaciarlo o profanarlo (G. Savagnone). Y, ¿qué se hace con algo que está vacío? O se lo tira o se lo llena de otra cosa. Y así ocurre cuando perdemos nuestra condición de personas atractivas sólo por un aspecto: o se nos relega porque ya no servimos o se nos condiciona a ser una cosa.
Ser pudoroso, no es algo indigno ni retrógrado; es un don que actualmente pocos parecen poseer. Es la posibilidad de ofrecer a los demás algo de sí mismo; es el reconocimiento de que somos sujetos y no objetos. Es la posibilidad de contar con un grado de intimidad que nos hace más interesantes a cualquier edad y, por lo tanto, nuestro atractivo no va a depender de unas medidas o de un peso, o de un color de pelo y ojos, sino de algo más interior que perdura y que permite que a los 20 o a los 80 años, sigamos teniendo algo que revelar. Es parte de nuestra condición humana.
En cambio la exhibición de lo de adentro y de lo de afuera, no es autenticidad como nos quieren hacer creer, especialmente los medios de comunicación, sino el eslabón perdido, cuando el hombre volvió a ser animal, cosa o lo que se quiera, todo, menos persona.
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...De la platica, larga, que tuvimos con Carla.
Alguno puede asombrarse de esta pérdida cuando nos hacen pensar que actualmente el hombre está en su plenitud física, sexual, material, científica, de información... Sin embargo y justamente por eso es que hay un vacío entre lo que es verdaderamente humano y lo que el hombre quiere mostrar como tal, algo hemos perdido en el camino del progreso ilimitado en el que se nos ha embarcado. A modo de ejemplo, hay algo que nos afecta a todos, ya sea por una cuestión personal o porque los medios de comunicación los muestran así: el tema de la falta de pudor para quienes no comprendan esta expresión, pueden sustituirla por la desnudez del alma y del cuerpo.
Piénsese simplemente en que sólo los animales no humanos se muestran totalmente desprovistos de ropa y así los podemos ver en un zoológico. También a todos nos resulta fácil revivir las crudas escenas de los recintos de prisioneros de Irak, en donde como en los campos de concentración de otras guerras, no es casualidad que a los prisioneros se los obligase a desnudarse para envilecerlos y degradarlos. Sin embargo, nadie piensa así cuando aparecen mujeres y hombres exhibiendo sus cuerpos sin ningún pudor ni vergüenza como los animales del zoológico o los prisioneros de un campo de concentración frente a un público que no sólo se ha acostumbrado, sino que ha otorgado a ese espectáculo un éxito masivo.
El pudor y uso intencionalmente esta palabra para que se vuelva a poner de moda, custodia el misterio personal y no lo ofrece como las mercancías de un shopping, porque también el cuerpo del varón y de la mujer no sólo su alma es un misterio, que pide ser custodiado y respetado (G. Savagnone). La intimidad es una condición del ser humano que, a fuerza de ser violada constantemente, se está perdiendo o reduciendo a un número cada vez más limitado de personas.
Ahora todos parecen tener derecho sobre nosotros. A nadie se le ocurre que se puede tener algo ya sea físico, psíquico o espiritual, que se pueda resguardar de las miradas ajenas, que pueda ser un misterio para develar a alguien en especial, en el momento oportuno y con las condiciones elegidas. En el pudor emerge la exigencia del ser humano de custodiar el misterio personal, contra las fuerzas que por todos lados tienden a vaciarlo o profanarlo (G. Savagnone). Y, ¿qué se hace con algo que está vacío? O se lo tira o se lo llena de otra cosa. Y así ocurre cuando perdemos nuestra condición de personas atractivas sólo por un aspecto: o se nos relega porque ya no servimos o se nos condiciona a ser una cosa.
Ser pudoroso, no es algo indigno ni retrógrado; es un don que actualmente pocos parecen poseer. Es la posibilidad de ofrecer a los demás algo de sí mismo; es el reconocimiento de que somos sujetos y no objetos. Es la posibilidad de contar con un grado de intimidad que nos hace más interesantes a cualquier edad y, por lo tanto, nuestro atractivo no va a depender de unas medidas o de un peso, o de un color de pelo y ojos, sino de algo más interior que perdura y que permite que a los 20 o a los 80 años, sigamos teniendo algo que revelar. Es parte de nuestra condición humana.
En cambio la exhibición de lo de adentro y de lo de afuera, no es autenticidad como nos quieren hacer creer, especialmente los medios de comunicación, sino el eslabón perdido, cuando el hombre volvió a ser animal, cosa o lo que se quiera, todo, menos persona.
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...De la platica, larga, que tuvimos con Carla.
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