Bolivia, el congreso y fragilidad de nuestra democracia
El próximo 10 de octubre se cumplirán 22 años de contínua vida democrática; tiempo en que, muchas veces, se puso al sistema al borde del precipicio que sería una dictadura impuesta por algún golpe militar o civil, con las consecuencias que es fácil imaginar dadas las experiencias pasadas y, mucho más, la posición que adoptan en estos días instituciones internacionales y gobiernos ante la presencia de regímenes que no estén en los marcos democráticos.
Muchas veces ha ocurrido que Democracia se confunda con anarquía y libertad con libertinaje. Así, dentro de esos parámetros, ha actuado la mayoría de los partidos políticos, las entidades sociales -empezando por la COB y las regionales-, algunos comités cívicos (cuyos dirigentes son nombrados por pocas entidades y al calor de determinados intereses o circunstancias), no pocos grupos empresariales y, finalmente muchos anarquistas que buscan la permanente descomposición del país. Se ha olvidado que Democracia no es sólo una forma de organización y manejo del poder. Es una forma de organización de la vida social y de la existencia cotidiana de las personas, con todos sus problemas y conflictos. Es el mejor medio de vida para que los políticos se ajusten a los preceptos legales y actúen consecuentes con la vida de la nación y los intereses generales del Estado. La Democracia es, pues, un régimen de garantías para la libertad que beneficia aun a aquellas personas que no están de acuerdo con ella.
Lo más lamentable de muchos cuadros es que los grupos de senadores y diputados -designados por sus jefes y partidos políticos, a dedo, y sin la intervención del voto del pueblo-, han confundido la inmunidad parlamentaria con la mayor impunidad para no acatar los principios democráticos; no han entendido que el Poder Legislativo es el principal y más importante Poder del Estado; que la pertenencia a este poder implica tener las condiciones más férreas y dignas de honestidad, conciencia de país, vocación de servicio y un trabajo disciplinado y constructivo. Por supuesto, la urgencia de tener idoneidad para las funciones encomendadas, así sea de representante del partido que dizque, implica representación de determinadas regiones del país, aunque, en casos, ni se conoce alguno de los pueblos a los que se aparenta defender o cuidar sus intereses.
Confundir Democracia con anarquía y libertinaje es algo que atenta contra la moral, los derechos del pueblo y propugnar, así sea indirectamente, el retorno de regímenes dictatoriales que gobiernen imponiendo el derecho de la fuerza, pero conculcando y atropellando la fuerza del Derecho que son la Constitución Política del Estado y las leyes. Democracia no es, pues, hacer lo que venga en gana o, peor, creer que la autoridad legítimamente constituída está a órdenes y disposición de cualquier grupo que responda a extremismos de izquierdas, derechas o centros. Democracia implica cumplir deberes y obligaciones, pero con responsabilidad y, mejor aún, con sentimientos de amor y comprensión al país en que se vive.
El Congreso de la República -Poder Legislativo- tiene que responder a los intereses del bien común; no puede ni debe desorientar su misión y trabajo; debe circunscribir sus actos a la Constitución y las leyes; en otras palabras, el país está para ser servido y no para servirse de él. Esta es una realidad ya que, sea por ignorancia, por soberbia o por un egocentrismo absurdo, la mayoría de los senadores y diputados, muy consentidos, cree que ellos son lo máximo y que los demás, todo el pueblo, son ciudadanos de quinta o sexta categoría.
Muchas veces, especialmente desde octubre pasado, nuestra Democracia ha corrido serios peligros y, en parte, por la actitud de quienes, desde el Congreso, debieron actuar con conciencia de país y vocación de servicio. El tiempo apremia y todo lo que haya que corregir, hay que hacerlo en aras de un país que, se supone, todos queremos, incluidos los partidos políticos no siempre acordes con los intereses generales.
Consolidar la Democracia y sacarla de la sima de fragilidad en que hoy se encuentra, es deber de todos; pero, mucho más de quienes poseen poder político (parlamentarios); económico (empresarios) y social (dirigentes sindicales y cívicos) que casi, por costumbre, están en una especie de circo romano donde esperan observar la desestabilización del Gobierno y del Estado. Es deber de todos los bolivianos actuar con cordura y sentido de responsabilidad no exigiéndole todo al país sino dándole lo más que se pueda mediante el trabajo honesto y disciplinado y la responsabilidad en todos los actos de la vida.
Muchas veces ha ocurrido que Democracia se confunda con anarquía y libertad con libertinaje. Así, dentro de esos parámetros, ha actuado la mayoría de los partidos políticos, las entidades sociales -empezando por la COB y las regionales-, algunos comités cívicos (cuyos dirigentes son nombrados por pocas entidades y al calor de determinados intereses o circunstancias), no pocos grupos empresariales y, finalmente muchos anarquistas que buscan la permanente descomposición del país. Se ha olvidado que Democracia no es sólo una forma de organización y manejo del poder. Es una forma de organización de la vida social y de la existencia cotidiana de las personas, con todos sus problemas y conflictos. Es el mejor medio de vida para que los políticos se ajusten a los preceptos legales y actúen consecuentes con la vida de la nación y los intereses generales del Estado. La Democracia es, pues, un régimen de garantías para la libertad que beneficia aun a aquellas personas que no están de acuerdo con ella.
Lo más lamentable de muchos cuadros es que los grupos de senadores y diputados -designados por sus jefes y partidos políticos, a dedo, y sin la intervención del voto del pueblo-, han confundido la inmunidad parlamentaria con la mayor impunidad para no acatar los principios democráticos; no han entendido que el Poder Legislativo es el principal y más importante Poder del Estado; que la pertenencia a este poder implica tener las condiciones más férreas y dignas de honestidad, conciencia de país, vocación de servicio y un trabajo disciplinado y constructivo. Por supuesto, la urgencia de tener idoneidad para las funciones encomendadas, así sea de representante del partido que dizque, implica representación de determinadas regiones del país, aunque, en casos, ni se conoce alguno de los pueblos a los que se aparenta defender o cuidar sus intereses.
Confundir Democracia con anarquía y libertinaje es algo que atenta contra la moral, los derechos del pueblo y propugnar, así sea indirectamente, el retorno de regímenes dictatoriales que gobiernen imponiendo el derecho de la fuerza, pero conculcando y atropellando la fuerza del Derecho que son la Constitución Política del Estado y las leyes. Democracia no es, pues, hacer lo que venga en gana o, peor, creer que la autoridad legítimamente constituída está a órdenes y disposición de cualquier grupo que responda a extremismos de izquierdas, derechas o centros. Democracia implica cumplir deberes y obligaciones, pero con responsabilidad y, mejor aún, con sentimientos de amor y comprensión al país en que se vive.
El Congreso de la República -Poder Legislativo- tiene que responder a los intereses del bien común; no puede ni debe desorientar su misión y trabajo; debe circunscribir sus actos a la Constitución y las leyes; en otras palabras, el país está para ser servido y no para servirse de él. Esta es una realidad ya que, sea por ignorancia, por soberbia o por un egocentrismo absurdo, la mayoría de los senadores y diputados, muy consentidos, cree que ellos son lo máximo y que los demás, todo el pueblo, son ciudadanos de quinta o sexta categoría.
Muchas veces, especialmente desde octubre pasado, nuestra Democracia ha corrido serios peligros y, en parte, por la actitud de quienes, desde el Congreso, debieron actuar con conciencia de país y vocación de servicio. El tiempo apremia y todo lo que haya que corregir, hay que hacerlo en aras de un país que, se supone, todos queremos, incluidos los partidos políticos no siempre acordes con los intereses generales.
Consolidar la Democracia y sacarla de la sima de fragilidad en que hoy se encuentra, es deber de todos; pero, mucho más de quienes poseen poder político (parlamentarios); económico (empresarios) y social (dirigentes sindicales y cívicos) que casi, por costumbre, están en una especie de circo romano donde esperan observar la desestabilización del Gobierno y del Estado. Es deber de todos los bolivianos actuar con cordura y sentido de responsabilidad no exigiéndole todo al país sino dándole lo más que se pueda mediante el trabajo honesto y disciplinado y la responsabilidad en todos los actos de la vida.
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