BoLivia-Chile: 100 años despues del tratado de paz y "amistad"
En esas circunstancias históricas con la opinión nacional dividida radicalmentese firmó bajo amenaza el Tratado de Paz y Amistad, que ha sido una acabada muestra de abuso, aceptado porque el país derrotado estaba con la bayoneta en el cuello.
Han pasado cien años desde que en un 20 de octubre como hoy se firmó en Santiago de Chile el infausto Tratado de Paz y Amistad con Chile, cuyos protagonistas fueron el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia, Alberto Gutiérrez, y el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Emilio Bello Codecido. En su artículo segundo, el Tratado reconocía del dominio absoluto y perpetuo de Chile en todos los territorios que había ocupado desde la invasión, en febrero de 1879.
Pero antes de la suscripción de ese ominoso instrumento diplomático había transcurrido una guerra victoriosa para las armas chilenas, que fue preparada con ambiciones desmedidas, y que tenía por objeto atropellar anteriores tratados internacionales y arrebatar a Bolivia todo su litoral donde, desde hacía mucho tiempo, se explotaban, principalmente, las guaneras, la plata y el salitre. Esa explotación de parte de los chilenos se complicó desde el momento en que la presencia boliviana en Atacama era escasa y las posibilidades de cobrarle tributos a Chile, nulas por falta de un control suficiente.
Si bien hubo un abandono del litoral por parte de Bolivia abandono que se repitió en el Acre y el Chaco en el Pacífico se agregó, además, la premeditación con que los vecinos transandinos cayeron sobre nuestras riquezas y sobre las del sur peruano. Con Perú, en los tratados de Ancón (1883) y de Lima (1929), Chile resolvió su disputa restituyéndole la provincia de Tacna y guardándose Arica. Pero, además, Chile insinuó hábilmente a Perú que Bolivia no pudiera obtener una salida soberana al mar, por Tacna ni por Arica, sin mutuo consentimiento de ambas naciones. Con ese "protocolo complementario" al Tratado de Lima, Chile le infringía un perjuicio más a Bolivia; un perjuicio que ha sido una obra maestra de la intriga diplomática.
En el Tratado de Paz y Amistad de 1904 Chile fue absolutamente intransigente y no aceptó compensar con un puerto a una nación vencida que iba a quedar enclaustrada. Hubo culpa de los bolivianos por su falta de visión y patriotismo, cuando en 1895 se desechó el Tratado Especial y sus protocolos, donde Chile se avenía a transferir a Bolivia los territorios de Tacna y Arica (si éstos quedaban en su poder después de un plebiscito pactado con Perú en el Tratado de 1883) o la entrega de la caleta Vítor u otra análoga. Como aquello no prosperó y como la situación internacional de Chile se consolidó al alejarse un posible conflicto bélico con Argentina, Chile decidió doblegar la voluntad de Bolivia, amenazándola con la presencia de sus tropas que ocupaban el territorio conquistado y ahogándola económicamente manteniendo el control de sus aduanas, su fuente más importante de ingresos. Además, la presión diplomática se hizo mayor en 1900, cuando su ministro en La Paz, König, insinuó la prosecución de las hostilidades.
En esas circunstancias con la opinión nacional dividida radicalmente se firmó bajo amenaza el Tratado, que ha sido una acabada muestra de abuso, aceptado porque el país derrotado estaba con la bayoneta en el cuello. La mezquindad de Chile fue tan grande que resintió a Bolivia durante un siglo y con el criterio cambiante que hoy muestran sus autoridades, tal vez la vaya a resentir para siempre.
Han pasado cien años desde que en un 20 de octubre como hoy se firmó en Santiago de Chile el infausto Tratado de Paz y Amistad con Chile, cuyos protagonistas fueron el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia, Alberto Gutiérrez, y el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Emilio Bello Codecido. En su artículo segundo, el Tratado reconocía del dominio absoluto y perpetuo de Chile en todos los territorios que había ocupado desde la invasión, en febrero de 1879.
Pero antes de la suscripción de ese ominoso instrumento diplomático había transcurrido una guerra victoriosa para las armas chilenas, que fue preparada con ambiciones desmedidas, y que tenía por objeto atropellar anteriores tratados internacionales y arrebatar a Bolivia todo su litoral donde, desde hacía mucho tiempo, se explotaban, principalmente, las guaneras, la plata y el salitre. Esa explotación de parte de los chilenos se complicó desde el momento en que la presencia boliviana en Atacama era escasa y las posibilidades de cobrarle tributos a Chile, nulas por falta de un control suficiente.
Si bien hubo un abandono del litoral por parte de Bolivia abandono que se repitió en el Acre y el Chaco en el Pacífico se agregó, además, la premeditación con que los vecinos transandinos cayeron sobre nuestras riquezas y sobre las del sur peruano. Con Perú, en los tratados de Ancón (1883) y de Lima (1929), Chile resolvió su disputa restituyéndole la provincia de Tacna y guardándose Arica. Pero, además, Chile insinuó hábilmente a Perú que Bolivia no pudiera obtener una salida soberana al mar, por Tacna ni por Arica, sin mutuo consentimiento de ambas naciones. Con ese "protocolo complementario" al Tratado de Lima, Chile le infringía un perjuicio más a Bolivia; un perjuicio que ha sido una obra maestra de la intriga diplomática.
En el Tratado de Paz y Amistad de 1904 Chile fue absolutamente intransigente y no aceptó compensar con un puerto a una nación vencida que iba a quedar enclaustrada. Hubo culpa de los bolivianos por su falta de visión y patriotismo, cuando en 1895 se desechó el Tratado Especial y sus protocolos, donde Chile se avenía a transferir a Bolivia los territorios de Tacna y Arica (si éstos quedaban en su poder después de un plebiscito pactado con Perú en el Tratado de 1883) o la entrega de la caleta Vítor u otra análoga. Como aquello no prosperó y como la situación internacional de Chile se consolidó al alejarse un posible conflicto bélico con Argentina, Chile decidió doblegar la voluntad de Bolivia, amenazándola con la presencia de sus tropas que ocupaban el territorio conquistado y ahogándola económicamente manteniendo el control de sus aduanas, su fuente más importante de ingresos. Además, la presión diplomática se hizo mayor en 1900, cuando su ministro en La Paz, König, insinuó la prosecución de las hostilidades.
En esas circunstancias con la opinión nacional dividida radicalmente se firmó bajo amenaza el Tratado, que ha sido una acabada muestra de abuso, aceptado porque el país derrotado estaba con la bayoneta en el cuello. La mezquindad de Chile fue tan grande que resintió a Bolivia durante un siglo y con el criterio cambiante que hoy muestran sus autoridades, tal vez la vaya a resentir para siempre.
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