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El Maestro, Julio Verne

El Maestro, Julio Verne "Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad".
Julio Verne (1828-1905)


"Los hombres de este siglo (...) viven en medio de un espectáculo de magia continua, sin que parezcan darse cuenta de ello. Hastiados de las maravillas, permanecen indiferentes ante lo que el progreso les aporta cada día. Siendo más justos, apreciarían como se merecen los refinamientos de nuestra civilización. Si la compararan con el pasado, se darían cuenta del camino recorrido. Cuánto más admirables les parecerían las modernas ciudades con calles de cien metros de ancho, con casas de trescientos metros de altura, a una temperatura siempre igual, con el cielo surcado por miles de aerocoches y aerómnibus".
La descripción de un futuro lejano hecha por Julio Verne en 1889 en su cuento "En el siglo XXIX, la jornada de un periodista americano en el 2889", resulta desconcertantemente parecida a nuestro mundo actual, aun cuando su proyección se extendía un milenio. Este poco conocido cuento, en el que también habla de acumuladores de energía solar, telefotos, máquinas de afeitar y cabinas telefónicas para enterarse de las noticias (algo como internet pero por voz), revela la capacidad de proyección sorprendente del escritor francés, que murió hace cien años exactos.
No falta quien, más allá de toda certeza científica, dice que tuvo contacto con fuentes de información misteriosas o que viajó en el tiempo. Como paradoja, ninguna de sus novelas insinúa siquiera un viaje en el tiempo, algo que sí abordó el inglés Herbert George Wells recién en 1895.
Era la imaginación de Verne la que viajaba por el tiempo y el espacio.
Desafortunadamente, uno de sus trabajos más visionarios, "El París del Siglo XX", que escribió en 1863 fue descartado por su editor, quien se quejó de que ofrecía una visión pesimista del futuro.
Mostraba ahí una sociedad preocupada de las fluctuaciones de la bolsa, muy poco interesada en el arte, con el manejo de gran cantidad de información pero un escaso conocimiento de los autores del siglo pasado. Había automóviles, teléfonos, el metro en París (no circuló hasta 1900) y un sistema de comunicaciones parecido a internet. Esta obra permaneció oculta hasta 1994.
Entre los clásicos es inevitable asombrarse con "De la Tierra a la Luna" y su secuela "Alrededor de la Luna", publicadas en 1865 y 1870, respectivamente. En la primera narra una misión que tiene muchas coincidencias con la proeza del Apolo XI.
Entre otros detalles, llama la atención que la misión de Verne se llamaba "Columbiad", mientras el módulo de la Apolo, "Columbia"; la nave fue lanzada mediante un proyectil desde Cape Town en Florida, en tanto que la Apolo partió desde Cabo Cañaveral, unos kilómetros más al sur. Ambas misiones llevaban tres tripulantes.
El viaje en la obra de Verne se realiza a una velocidad de 40 mil kilómetros por hora y tardó 97 horas; la misión Apolo XI viajó a 38.500 km por hora y demandó 102 horas. A su retorno, la nave amarizó en el Pacífico, a 12 kilómetros de distancia de la cápsula de 1969.
Submarino eléctrico
¿Datos anexos? La nave Columbiad posee un sistema de refrigeración, lleva alimentos concentrados y cuenta con cohetes secundarios para corregir la trayectoria. La Apolo, también.
La segunda parte de la novela reincide en el tema con un viaje orbital, observando la faz oculta de nuestro satélite, algo que el ser humano no consiguió hasta 1968.
En 1871, los que leyeron "20 mil leguas de viaje submarino" quedaron sorprendidos con el "Nautilus". Los sumergibles ya existían pero eran muy rudimentarios. En cambio, el que capitaneaba Nemo era una nave de guerra movida e iluminada por electricidad.
Un submarino militar similar al de Verne, impulsado por diésel y energía eléctrica no se inventó hasta 1900.
En la misma novela los protagonistas bajaban al mar provistos de escafandras autónomas. Jacques Cousteau ideó un sistema equivalente recién en 1942.
Verne también se adelantó en el tiempo a las conquistas de los Polos Norte y Sur. En su novela "Las aventuras del capitán Hatteras", publicada por entrega entre 1864 y 1866, el personaje principal organiza una expedición al Polo Norte. Robert Peary, en la realidad, alcanzó por primera vez ese destino en 1909.
En otra novela, "El secreto de Maeston", EE.UU. remata la región ártica al mejor postor y los derechos no cambiarán aun cuando el clima o la posición de los territorios cambien. Para explicar tal frase, Verne especula que el choque de un cometa podría producir cambios geográficos y meteorológicos que podrían favorecer a los adjudicatarios. Incluso menciona una eventual alteración del eje terrestre. O sea, un cóctel de cambio climático y choque de meteorito, servido en 1889, cien años antes de que ambos temas se volvieran inquietud científica.
Nazis y bomba
En cuanto a las expediciones antárticas, Verne idea varios viajes a esas tierras. El primero a través del Nautilus y el segundo, una expedición propiamente tal en "La Esfinge de los Hielos", de 1897, que de paso es un homenaje a Edgar Allan Poe y "Las Aventuras de Arturo Gordon Pym".
También se preocupó por la política, en especial la rivalidad entre Francia y Alemania, que abordó en varias historias. En su obra "Los quinientos millones de la Begún" de 1879 profetizó un estado totalitario dispuesto a conquistar el mundo, en el que algunos ven un adelanto del nazismo. En la misma obra también debutan los satélites artificiales.
El escritor envió un mensaje sobre lo peligrosa que puede ser la tecnología en malas manos. En "Contra la Bandera" un personaje crea un arma capaz de destruir una ciudad entera, inevitablemente la bomba atómica viene a la mente.
Pero más allá de los riesgos, Verne tenía fe en que al final la humanidad se sobrepondría y seguiría progresando.
Todo esto, despues de 100 años de su muerte.

- Con referencia al articulo de Richard Garcia en El Mercurio.
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Lea Tambien:
El Forastero, La ciudad que creo a Verne.
Julio Verne en casa, Articulo publicado en la revista Strand Magazine en febrero de 1895.

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