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Calvin, Hobbes y el gato Schrödinger

“Beauty is truth, truth beauty”, -that is all. Ye know on earth, and all ye need to know.
John keats (Ode on a Grecian Urn)
“La belleza es la verdad, la verdad es belleza”, -esto es todo lo que sabes de la tierra, todo lo que necesitas saber".
John keats (Oda a una urna Griega)


Fig1. Calvin juega con un tigre muy simpático que habla, se mueve, siente y tiene vida. Cuando en el cuadrito correspondiente aparece alguna persona mayor; Hobbes es, entonces, un tigre de paño, como cualquier otro.

Calvin es un chico de seis años que vive con sus desesperados padres (el origen de su desasosiego no es otro que Calvin, por supuesto). No tiene hermanos, pero tiene a Hobbes. Quién (o qué) es Hobbes, es lo que trataremos de dilucidar aquí. Por de pronto, digamos que Calvin juega con un tigre muy simpático que habla, se mueve, siente, en fin, tiene vida. Cuando en el cuadrito correspondiente aparece alguna persona mayor; Hobbes es, entonces, un tigre de paño, como cualquier otro. El tema de la historieta es la vida del pequeño Calvin, su indiferencia por la destrucción de la propiedad familiar en el curso de sus hiperquinéticas correrías, su ambivalente relación de amor-odio con su amiguita Susy, sus imaginarias aventuras como Spaceman Spiff o como Stupendous Man, sus tribulaciones escolares con la maestra, sus encuentros -en general victoriosos- con un compañero grandote, estúpido y prepotente, en fin, su interminable juego con Hobbes, que adopta diferentes formas: Calvinball (un juego de pelota con reglas que se modifican a cada instante, según quien vaya ganando el partido), peleas varias, desafíos lógico-lingüísticos o incursiones en el transmogrificator; aparato que -como su nombre lo indica- transforma a todo ser que ingrese en él. Cuando está de buen humor; Hobbes es un alegre compañero; además de jugar; sostiene con su amiguito largos y reflexivos diálogos que, irónicos o melancólicos, son siempre un modelo de ingenuidad alerta.

Calvin y Hobbes, como todo texto, se presta a múltiples interpretaciones y abre muchos interrogantes, más allá del puro placer humano que proporciona su lectura y que constituye, quizás, su última razón de ser. Una de las cuestiones más interesantes es de orden metafísico (los nombres de los personajes son ya una invitación subliminal a la reflexión filosófica): ¿cuál es el status ontológico de Hobbes? o, menos pedantemente, ¿qué grado de realidad tiene Hobbes? ¿Es Hobbes un tigre de juguete al que sólo Calvin ve como un ser real? ¿O es un tigre real a quien los otros no pueden ver sino como un muñeco de paño? Analicemos las posibilidades un poco más de cerca.


Fig2. Traducción:
Padre: Buenas noches, Calvin. / Calvin: Noches, papá
Calvin: Oye! No le darás las buenas noches a Hobbes?
Padre: Buenas noches, Hobbes.
Hobbes: Solo eso? Ninguna historia? Ningún beso?
Calvin: Ya duérmete gallina.

Hipótesis 1. La interpretación más obvia es la que coincide con la visión del mundo que nos ofrece el realismo filosófico. El Hobbes real es el tigrecito de juguete; el Hobbes vivo, el amigo de Calvin, es nada más que producto de la imaginación del niño, lo que los pediatras llamarían un amigo imaginario, un ser que el niño considera existente, pero que, en realidad, no existe. Esta seria la hipótesis del sentido común. Nadie, a excepción de Calvin, vio nunca a Hobbes como a un tigre vivo. Si aceptamos que la verificación intersubjetiva (la constatación por parte de varios individuos) es un requisito para afirmar la existencia de un objeto, entonces Hobbes no existe sino como un tigre de peluche. La ciencia admite no sólo objetos empíricos (verificables intersubjetivamente por observación directa) sino, también, objetos teóricos, postulados o exigidos por las teorías, pero que nadie nunca vio (los quarks, los agujeros negros). Desdé este punto de vista, Hobbes, el tigre que habla, podría ser un objeto teórico, y el muñeco de paño, la evidencia observacional, el rastro empírico que nos induce a postular la existencia de aquel. Pero aquí tropezamos con dos inconvenientes importantes: (a) al Hobbes vivo lo ve, por lo menos, Calvin y (b) no existe teoría que postule o exija la existencia del Hobbes vivo y además, si existiera, tendría el grave problema de ser una teoría ad hoc, es decir; una teoría creada para explicar un fenómeno particular e incapaz de explicar algo más (una teoría muy pobre, por cierto).

Hipótesis 2. La segunda posibilidad es que el Hobbes realmente existente es el compinche de Calvin. Esta hipótesis tiene antepasados ilustres. Recordemos cómo Saint-Exupéry, en Le Petit Prince, sostenía que el dibujo (fig3) que aparece en la primera página del libro era, en realidad, una representación de un elefante dentro de una boa, y que sólo la incapacidad de los adultos para comprender que le plus important est invisible les impedía ver las cosas como son y los hacía pensar que el dibujo representaba un sombrero. Desde un punto de vista más técnicamente filosófico, esta postura podría ser asimilada al empirismo idealista del obispo Berkeley para quien ser es ser percibido (esse est percipi). Las cosas, sostenía Berkeley son las ideas que tenemos de ellas. Si existen fuera de mi mente es porque hay alguna mente infinita que las percibe continuamente, cuando ningún ser humano las percibe. Esa mente es, claro, Dios. Así, el Hobbes que está vivito y coleando sería real en tanto percibido por Calvin, siempre que -por lo menos- fuera también percibido por Dios, última garantía de la existencia. Hobbes sería, en palabras de Borges, una de esas cosas / que nadie mira, salvo el Dios de Berkeley... y, en este caso, Calvin. El problema de esta hipótesis es que no explica por qué los otros ven a Hobbes bajo la apariencia de una criatura inerte y silenciosa.


Fig3. Hipótesis 2. Sombrero o la serpiente boa que digiere al elefante ( Le Petit Prince).

Hipótesis 3. Una tercera posibilidad, creo, puede dar cuenta de la situación y parecería libre de objeciones. Es la solución asociada a la paradoja del gato de Schrödinger. Este problema fue planteado por el famoso físico para poner de manifiesto las dificultades de la versión probabilística (ortodoxa) de la mecánica cuántica. Un gato está encerrado en una caja con un frasco de veneno cuya apertura (y la consiguiente muerte del animal) depende de que sea alcanzado por un fotón, que tiene una probabilidad del 50% de ser disparado en dirección al veneno y otra igual de serlo en el sentido opuesto. Pero como, según la teoría, ninguna de las dos posibilidades tiene realidad, a menos que sea observada, ninguna ocurre ni deja de ocurrir; a menos que abramos la caja. ¿Cuál sería, entonces, el estado real del gato si no abriéramos el sistema? Ni vivo ni muerto. Pero una vez que nosotros, como observadores, interviniéramos, entonces sí, el gato estaría vivo o estaría muerto. En otras palabras, el estado de indeterminación, descripto por la función de onda, colapso en uno u otro sentido, según la participación del observador La luz se comporta como onda, pero también como partícula (fotón), y el que lo haga de una u otra manera depende del sistema utilizado para registrar el fenómeno. Del mismo modo, se podría especular; Hobbes, si es visto únicamente por Calvin, se manifiesta como un tigre animado y parlanchín, pero si es observado por los adultos aparece como uno de juguete. La forma fenoménica adoptada por Hobbes depende del observador. Se podrá argumentar que así no se resuelve qué, en última instancia, es Hobbes.

Pero esa es una de las cuestiones que viene atormentando a los filósofos de la ciencia y a los físicos desde la formulación de la teoría cuántica, y no veo por qué se me va a exigir a mi, oscuro scholar de la periferia, que me ponga a resolver tan complicados asuntos en este ensayo. Bastante con haber sugerido una explicación posible y hasta donde puedo ver; consistente del fenómeno (la cual tiene la ventaja adicional de que tanto el gato como Hobbes pertenecen a la misma familia animal, la de los félidos). Los detalles, objeciones y contraobjeciones quedan como ejercicio a resolver por el lector (como suelen decir los textos de matemática justo cuando la cosa se pone interesante).


fig4. Un dilema ontológico, formulado por San Agustín y luego por Descartes, que trata sobre la prueba de la existencia de Dios (*).

No quiero, sin embargo, concluir sin dejar de imaginar las posibilidades que algunos especialistas podrían proponer para dar cuenta de la ’paradoja de Hobbes’. Los lógicos, quizás, recurrirían a la clásica distinción de Frege entre sentido (Sinn) y referencia (Bedeutung) de un enunciado, según la cual enunciados como el lucero de la noche y el lucero de la mañana poseen distinto sentido, aunque ambos apunten a una misma referencia (el planeta Venus). Los psicoanalistas podrían interpretar que el Hobbes lúdico, despreocupado, gozoso y vital alude al principio del placer, que preside las actividades del Ello, mientras que el aburrido y serio Hobbes de paño representa el principio de realidad, característico del Yo, encargado de las relaciones con el mundo externo. Los teóricos del arte, a lo mejor; se agarrarían de las ideas del ilustre Gombrich y argumentarían que toda representación figurativa es convencional, con lo cual el Hobbes vivo y el inanimado son dos formas de interpretar plásticamente la misma realidad utilizando diferentes códigos de representación. Algún lector de Spinoza afirmaría que, en realidad, uno y otro Hobbes no son sino dos de los infinitos modos de la única substancia, que es Dios y la naturaleza. Las interpretaciones pueden multiplicarse. Pero en vez de continuar este vano ejercicio, prefiero ocupar este domingo (antes de que anochezca) en seguir leyendo y releyendo la historieta, en seguir sumergiéndome en la lúcida ternura del vinculo entre Calvin y su tigre, en seguir divirtiéndome con las ocurrencias de aquel y aprendiendo de la resignada sabiduría de este. Aunque quizás, en última instancia, ambos caminos no sean excluyentes. Al fin de cuentas, ¿qué es la inteligibilidad, sino una de las formas de la belleza?.


Notas necesarias:

“Algo mejor que escribir idioteces, es que otros también escriban sobre ellas” (rCO™)

- “Calvin, Hobbles y el gato Schrödinger” ensayo realizado por Eduardo Bitlloch y Horacio A. Sormani en la Revista de Divulgación Científica y Tecnológica de la Asociación Ciencia Hoy.

- (*) En la figura 4: Calvin habla del dilema ontológico, fácilmente puede ser tema para otro artículo pero me pareció interesante unirlo al ensayo. Ontológico: Argumento ~, prueba de la existencia de Dios formulada por San Agustín (354-430), y luego por Descartes (1596-1650) en esta forma: del mismo modo que en la idea del triángulo se halla contenida la idea de que la suma de sus ángulos vale dos rectos, así también en la idea de Dios como ser perfecto se halla contenida la idea de su existencia, puesto que la existencia es una perfección.

- Calvin y Hobbes, las tiras y los diálogos: Como siempre, pertenecientes al buen Bill Watterson, rebuscadas para meterlas en el contexto del ensayo.

1 comentario

jorge angel -

Uff!
voy a poner en remojo mis ideas para que descansen del trajín filosófico de este ensayo.

Saludos