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Calvin & Hobbes: Instrucciones para subir una escalera

Hace mucho tiempo, en mi infancia...
Así debería empezar alguna historia sobre canicas, papalotes, trompos o pelotas de fútbol semidesinfladas, que atravesaban arcos de piedra sin travesaños ni horizontales (o si bien lo tenían eran imaginarios) y que indistintamente podías usar para validar o anular un gol, según no convenga.
Historias de infancia y de adolescencia que fácilmente podrían llenar paginas y paginas si nos remitimos al valor sentimental que gracias a esas experiencias se lograba. Y es que con el tiempo algunas cosas pasadas van tomando un valor incalculable convirtiéndose en historias propias que se quedan en la memoria y afloran de cuando en cuando para ser recordadas en los momentos menos pensados...

Este, por supuesto, no es el caso del tipo de historias recordadas y narradas del padre de Calvin. Aunque ese sentimiento de poder ser tragado por una de esas escaleras siempre estuvo presente en mi infancia y nunca estuvo por demás saltar antes de llegar al último escalón.

Julio Cortázar, en sus "Historias de Cronopios y de Famas", ha logrado escribir las instrucciones necesarias para subir una escalera, una idea no muy alejada de la historia del padre de Calvin, pero si mucho mas entretenida y mas esclarecedora sobre esas antiguas y necesarias escaleras.

Instrucciones para subir una escalera

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

De "Historias de Cronopios y de Famas", Julio Cortázar, 1962. © 1996 Alfaguara

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