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La clonación de las lolitas

La clonación de las lolitas " Ahora creo llegado el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden general. Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica ( o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas."
Lolita, Vladimir Nabokov (fragmento)


Cada vez que veo niñas en angustias de convertirse en modelos, me convenzo de que la clonación no se inició con un cordero, sino con ellas. No es sólo idea mía, pues Moira Soto, una periodista argentina observadora y sugestiva, llama a este fenómeno "la clonación de las lolitas". Se le ocurrió al ver un desfile de adolescentes de 14 a 18 años desfilando dóciles y disciplinadas ante un jurado compuesto por top models mujeres y hombres, y expertos amariconados en el tema. Todas lucían como salidas de un laboratorio: "flaquísimas, pelos largos planchados, vestidas igual, caminando del mismo modo– parecían lolitas recién clonadas; aspirantes a modelos seriadas, obviamente calladas hasta el final, toda individualidad o particularidad personal prolijamente borrada".
A los jurados y al público les basta normalmente verlas lánguidas y hieráticas, para decidir cuál está mejor; los animadores las describen como a ejemplares de raza fina: "1,79, 14 años, 84-61-91", "1,78, 17 años, 87-65-95". O se ponen más "espirituales", y entonces dicen: "Le gusta la energía del rojo"; "le encanta el mar"; "su mayor ilusión es trabajar como modelo", "lee a Paulo Coelho y Metafísica". Pero sólo se galardona los atributos físicos. La mejor, la nueva top model, se sumergirá en un "show de Truman" donde ella no decidirá nada, porque ya el modisto decide por ella. Ella sabrá de antemano que un ejército de maquilladoras, peluqueras, modistos y bastantes otros expertos de perfil sexual anfibio le permitirá dejar en paz sus neuronas, pues ellos le dictarán qué debe responder, ellos escogerán a sus interlocutores, ellos decidirán qué ha de comer y aun los antojos dependerán de ellos. (Omitimos la posibilidad de que sean usadas como carne de corte seleccionado).

Las lolitas clonadas, pues todas son iguales, son adolescentes fashion sumergidas en un mundo estrictamente controlado ¡por ellas mismas! Freud se quedaría estupefacto y cogitabundo al comprobar cómo la internalización del superyó actúa en ellas. Porque compran máximo talla 42; usan blusitas de bebé; los jeans bajo las caderas exhiben sus anquitas puntiagudas y el hambre les aviva la mirada y les hace tallas profundas en las mejillas. Hay un libro terrorífico que habla de esta rara utopía de la flacura, titulado "Reacción, la guerra no declarada contra la mujer moderna" (Planeta), escrito por Susan Faludi:"La mujer bella de la reacción está controlada en todo sentido: su físico ha sido domesticado, su aspecto retocado y ajustado". El riesgo más próximo es la anorexia, pero hay uno peor, porque cada niña se convierte en su propia Profesora Tronchatoro cada vez que se mira severamente al espejo para reprocharse algún rollito de rana que se le escapó por comer doble ración de yogur natural. El detonante fue compararse con otra amiga que sí fue exigente consigo misma y se ve más flaca. "La belleza es un sistema monetario, el último y eficaz método para mantener la dominación sobre las mujeres", dice Susan Faludi.

Esta utopía de la dominación femenina comienza muy temprano. Apenas adolescentes, las lolitas domestican el cuerpo con hambre y gimnasia; luego aprenden a contonearse, a caminar pisando una línea imaginaria y a posar. Mientras lo hacen, saben que las está mirando el Amo, el Big Brother, El Cafishio de la Utopía Flaca; y que de su decisión arbitraria pende el futuro de ellas, aunque ese futuro esté signado por el hambre y la gimnasia, hasta terminar de exprimirles la vida como si fueran naranjas.

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