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Bolivia: Divididos hasta que la muerte nos separe

Cuando Bolívar, sus generales y soldados empezaron con la lucha para crear un solo país en un gran continente, existía la idea de que ya unidos por el lenguaje se podría crear una potencia que podría existir sin tener que temer a nadie ni a nada. Pero, lastimosamente, los colombianos y venezolanos no pudieron ni tampoco los peruanos, por lo que vino lo que vino. Esa gran nación teórica se redujo a un conglomerado de pequeñas naciones sin importancia alguna.
En nuestro caso, el boliviano, dado a que las estructuras fueron creadas por los españoles, teníamos el eje Charcas, La Paz, Potosí (mientras había plata) y luego debido a toda esa maraña de intereses políticos, económicos, militares, etc. quedó La Paz como el centro de una nación que desde su fundación fue cuestionada. En La Paz como sede de gobierno, desfilaron los presidentes de todo tipo, calidad, capacidad y color y lo único que quedó como algo importante para la historia fue la cantidad de presidentes que nos dimos el lujo de tener.
El tiempo pasó y como seguíamos con la idea del gobierno absolutista, con o sin parlamento, con o sin reyes, llegó el momento en que tuvimos que darnos cuenta, que la miseria, el gran número de desempleados, de analfabetos, la falta de industria, la falta de una educación adecuada, la corrupción, etc. ya no podían ser ocultadas debajo de las botas militares.
Además tuvimos que darnos cuenta también que otras regiones del país, sin importar las razones ni explicaciones, se desarrollaron de tal forma que el centro del equilibrio político-económico ya no estaba en La Paz y que en realidad ese equilibrio dejó definitivamente de existir si es que alguna vez existió.
Es por eso que ahora nos encontramos en el centro del caos, no porque los collas sean mejores que los cambas, o los cambas mejores que los collas, o los indios mejores que las cholas o las cholas mejores que los indios, sino porque en nuestra historia nos dimos el lujo de desperdiciar todas las oportunidades que se presentaron, para crear nuevas estructuras sanas, nacionales y que sirvieran para crear una nación fuerte y unida.
Cada día buscamos un pretexto y lo encontramos para bloquear, armar el lío, la pelea, el confrontamiento. Cada día nos dan el pretexto para bloquear, armar el lío, la pelea, el confrontamiento. Y así seguimos subiendo en la espiral de la violencia sin darnos cuenta que esa no es la solución.
Puede ser que sea un ventil de escape para nuestra rabia, impotencia, pero nada más. Las piedras, balas, dinamitas no nos han de dar pan o trabajo, no nos han de dar seguridad, ni educación, ni industrias, ni han de servir para demostrar que somos una sociedad estable donde se puede invertir y así nos hundimos cada vez más. Pero, ¿cómo podemos parar lo que tan afanosamente hemos puesto en marcha?
Esa no es solamente la tarea de los políticos, tampoco es solamente la tarea de los sindicalistas, ni de los transportistas, (en ningún lugar del mundo tienen los transportistas un poder político como en el nuestro), pero mientras estos grupos siguen en su mundo milimétrico, miope, no debemos de esperar mucho y tenemos que aprender a ser más activos en la vida política diaria de nuestra sociedad.
Las soluciones nunca cayeron del cielo y menos ahora que lo tenemos nublado.

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